Teoría y práctica de Lengua Castellana y Literatura Autor:Carlos del Río Fernández Centro:I.E.S. Fernando de los Ríos Localidad:Quintanar del Rey
(Cuenca)
Marcadores del discurso[1].- “ Los ‘marcadores del discurso’ son unidades lingüísticas invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional –son, pues, elementos marginales- y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación”. Otros términos que se han utilizado para referirse a estos elementos son: ‘enlaces extraoracionales’ (Gili Gaya), ‘conectores extraoracionales’ (Cortés), ‘conectores argumentativos’ (Portolés), ‘conectores discursivos’ (Montolío), ‘conectores pragmáticos’ (Briz y Zorraquino), ‘conectores enunciativos’ (Lamíquiz), ‘conectivos’ (Mederos), ‘partículas discursivas’ (Martín Zorraquino), ‘enlaces textuales’ (López García), ‘relacionantes supraoracionales’ (Fuentes), ‘elementos de cohesión’ (Martín Zorraquino), ‘operadores discursivos’ (Casado), ‘ordenadores del discurso’ (Alcina y Blecua) o ‘muletillas’ (Christl). Clasificación de los marcadores del discurso.- Estructuradores de la información: Facilitan la estructuración del discurso presentando un nuevo comentario, agrupando varios miembros discursivos como partes de un solo comentario o marcando su miembro del discurso como un comentario lateral. Comentadores: son un tipo de marcadores que presentan el miembro discursivo que introducen como un nuevo comentario, lo que lo distingue del discurso previo. Así, por ejemplo, “He dicho que vemos desde la memoria; pues bien, también percibimos desde el lenguaje”. Serían de este tipo pues, pues bien, así las cosas, etc. Ordenadores: son estructuradores de la información con dos funciones primordiales: en primer lugar, indican el lugar que ocupa un miembro del discurso en el conjunto de una secuencia discursiva ordenada por partes; y, en segundo lugar, presentan el conjunto de esta secuencia como un único comentario y cada parte como un subcomentario. Su uso es más frecuente en el uso escrito que en el oral: en primer lugar/en segundo lugar; finalmente, luego, asimismo, por una parte/por otra parte; de un lado/ de otro lado, etc. Por ejemplo: “Sí, tiene un nivel un poco más alto, por un lado, y luego por otro lado, pues…con dos idiomas perfectamente aprendidos, ¿no?” Digresores: son estructuradotes de la información que introducen un comentario lateral en relación con el tópico principal del discurso, como, por ejemplo, “¡Y no digamos nada de Marcelino! ¡Está tan enamorado de ella!... Por cierto, me choca mucho que no esté ya en casa, ¿verdad?”. Otros digresores son a propósito, a todo esto, etc. Conectores: “Es un marcador discursivo que vincula semántica y pragmáticamente un miembro del discurso con otro miembro anterior” Conectores aditivos: unen a un miembro discursivo anterior otro con la misma orientación argumentativa, como en “Explica mal y, encima, exige más que nadie”. Otros aditivos serían además, aparte, por añadidura, incluso, inclusive, es más, etc. Conectores consecutivos: presentan el miembro del discurso en el que se encuentran como una consecuencia de un miembro anterior. Serían pues, así pues, por tanto, por consiguiente, consiguientemente, consecuentemente, por ende, de ahí, así, etc. Ejemplo: “En español, coalición no se documenta hasta el primer tercio del siglo XIX: bastante tarde, por lo tanto”. Conectores contraargumentativos: vinculan dos miembros del discurso, de tal modo que el segundo se presenta como supresor o atenuador de alguna conclusión que se pudiera obtener del primero. Así, “No le gustan las bebidas alcohólicas. Antes bien, las aborrece”. Estarían dentro de este grupo de marcadores en cambio, por el contrario, por el contrario, antes bien, sin embargo, no obstante, con todo, empero, ahora bien y ahora. Reformuladores: “Los reformuladores son marcadores que presentan el miembro del discurso que introducen como una nueva formulación de un miembro anterior”. Reformuladores explicativos: “presentan el miembro del discurso que introducen como una reformulación que aclara o explica lo que se ha querido decir en otro miembro anterior que pudiera ser poco comprensible”. Por ejemplo, “No tengo el recibo del banco. O sea, no lo he encontrado”. Otros marcadores de este tipo serían es decir, esto es, a saber, en otras palabras, dicho de otro modo, etc. Reformuladores rectificativos: “sustituyen un primer miembro que presentan como una formulación incorrecta, por otra que la corrige o, al menos, la mejora”. Así, en “El no tener papá o, mejor dicho, que mi papá estuviera en el cielo, no era algo que me atormentara”. Otros ejemplos serían mejor, o mejor, mejor aún, más bien, digo. Reformuladores de distanciamiento: “presentan expresamente como no relevante un miembro del discurso anterior a aquel que los acoge”. Por ejemplo, “Puede que el perro esté enfermo. En cualquier caso, no hay que preocuparse”. Otros marcadores de este tipo son en todo caso, de todos modos, de todas formas, de cualquier manera, etc. Reformuladores recapitulativos: “presentan su miembro del discurso como una conclusión o recapitulación a partir de un miembro anterior o de una serie de ellos”. De este modo, en “Acepte usted que el ser es tiempo: pasar, declinar, madurar, envejecer. En suma, caducidad”. También pertenecerían a este grupo los marcadores en conclusión, en resumen, en resumidas cuentas, en definitiva, a fin de cuentas, en fin, total, al fin y al cabo, después de todo. Operadores argumentativos: “Son aquellos marcadores que por su significado condicionan las posibilidades argumentativas del miembro del discurso en el que se incluyen, pero sin relacionarlo con otro miembro anterior”. Operadores de refuerzo argumentativo: “el significado de estos operadores consiste esencialmente en reforzar como argumento el miembro del discurso en el que se encuentran frente a otros posibles argumentos, sean estos explícitos o implícitos”, como en “María nació en Beirut, pero, en realidad, es colombiana”. Otros marcadores de esta clase son en el fondo, de hecho, etc. Operadores de concreción: “presentan el miembro del discurso que los incluye como una concreción o ejemplo de una expresión más general”. Como en “La vida te obsequia, a veces, con deslumbrantes despertares: un día de lluvia, por ejemplo”. Otros marcadores de este tipo serían en concreto, en particular o por caso. Marcadores conversacionales: estos marcadores tienen que ver con las características de la conversación que no sólo es un modo de transmitir información, sino que también posee una función interactiva. Entre los marcadores conversacionales distinguiremos hasta cuatro clases. De modalidad epistémica[2]: “se utilizan, fundamentalmente, en enunciados declarativos: afectan generalmente a un miembro del discurso que es –o forma parte de- una oración ‘aseverativa’ o ‘enunciativa’ (tanto afirmativa como negativa)”. Por ejemplo, “Por lo visto, a Julián lo han admitido en el club”. Otros marcadores de esta clase serían por supuesto, claro, desde luego, en efecto, efectivamente, sin duda, naturalmente o por lo que se ve. De modalidad deóntica[3]: “reflejan actitudes del hablante relacionadas con la expresión de la voluntad (o de lo afectivo). Estos marcadores indican si el hablante acepta, admite (consiente en), etc. –o no- lo que se infiere del fragmento del discurso al que remiten”. Así, “Claro, con este calor no se puede estudiar”. Otros marcadores de modalidad deóntica serían bueno, bien, vale, de acuerdo, etc. Enfocadores de la alteridad: “se trata de un conjunto de unidades que coinciden en que apuntan, en su origen, fundamentalmente, al oyente (oye, mira, etc.) y, en alguna ocasión, a ambos interlocutores (vamos)”. Como en “Oiga. Mire, yo me marcho; no hay quien le dé clase a su hija”. Estarían dentro de este grupo hombre, bueno, sabes, por favor, permiso, con permiso, etc. Metadiscursivos conversacionales: “vienen a representar trazos del esfuerzo que realizan los hablantes para formular e ir organizando su discurso”. Por ejemplo en “Bien. Tengo que anunciaros algo”. Otros marcadores de este grupo serían ya, bueno, etc. Listado de los marcadores del discurso.- A fin de cuentas A final de cuentas A propósito A saber A todo esto Además Ahora Ahora bien Al contrario Al fin de cuentas Al fin y al cabo Al parecer Antes al contrario Antes bien Antes por el contrario Aparte Así Así las cosas Así pues Así y con todo Así y todo Asimismo Aun con eso y con todo Aun con todo Aún es más Aún mejor Bien Bueno Claro Con eso y todo Con otras palabras Con todo y con eso Con todo y eso Con todo Conclusión Consecuentemente Consiguientemente De ahí De allí De aquí De añadidura De cualquier forma De cualquier manera De cualquier modo De esta forma De esta manera De esta suerte De este modo De hecho De igual forma De igual manera De igual modo De igual suerte De otro modo De resultas De todas formas De todas maneras De todos modos De un lado ... de otro (lado) De una parte ... de otra (parte) Definitivamente Desde luego Después Después de todo Dicho [con/en] otras palabras Dicho [con/en] otros términos Dicho de otra forma Dicho de otra manera Dicho de otro modo Dicho eso Dicho esto Dicho sea Dicho sea de paso Digo Efectivamente Eh Empero En cambio En conclusión En concreto En consecuencia En cualquier caso En definitiva En dos palabras En efecto En el fondo En fin En fin de cuentas En otras palabras En otros términos En parte En particular En pocas palabras En [primer/segundo/...] lugar En realidad En resolución En resumen En resumidas cuentas En síntesis En suma En todo caso En último lugar En último término En una palabra Encima Entonces Entre paréntesis Es decir Es más Eso es Eso sí Este Esto es Evidentemente Finalmente Hombre i.e. (id est) Igualmente Inclusive Incluso Luego Más bien Mejor Mejor aún Mejor dicho Mira Mire Muy por el contrario Naturalmente No obstante O sea O séase Oiga Okey Otra cosa Oye Por añadidura Por caso Por cierto Por consiguiente Por el contrario Por descontado Por ejemplo Por el contrario Por ende Por favor Por fin Por lo demás Por lo tanto Por lo visto Por mejor decir Por su parte Por supuesto Por tanto Por último Por un lado ... por otro (lado) Por una parte ... por otra (parte) Primeramente Primero/segundo/... Pues Pues bien Resumiendo Sí Sin duda Sin embargo Total Vale Venga Vamos Verbigracia Ya [1] Los datos están tomados de “Los marcadores del discurso” de M. A. Martín Zorraquino y J. Portolés Lázaro, en Gramática descriptiva de la lengua española, III, pp. 4051-4213. [2] Epistemología: doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico (R.A.E.). A menudo es sinónimo de gnoseología, aunque hoy se utilice más aquélla para referirse a la teoría del conocimiento y, en especial, a la teoría del conocimiento científico (Ferrater, Diccionario de filosofía). [3] Deóntico viene a ser sinónimo de normativo. 
Juan Boscán (1490-1542) Soneto LXI Dulce soñar y dulce congojarme, cuando estaba soñando que soñaba; dulce gozar con lo que me engañaba, si un poco más durara el engañarme; dulce no estar en mí, que figurarme podía cuanto bien yo deseaba; dulce placer, aunque me importunaba que alguna vez llegaba a despertarme: ¡oh sueño, cuánto más leve y sabroso me fueras si vinieras tan pesado que asentaras en mí con más reposo! Durmiendo, en fin, fui bienaventurado, y es justo en la mentira ser dichoso quien siempre en la verdad fue desdichado. Cristóbal de Castillejo (1492-1550) Soneto Si las penas que dais son verdaderas, como bien lo sabe el alma mía, ¿por qué no me acaban? y sería sin ellas el morir muy más de veras; y si por dicha son tan lisonjeras, y quieren retozar con mi alegría, decid, ¿por qué me matan cada día de muerte de dolor de mil maneras? Mostradme este secreto ya, señora, sepa yo por vos, pues por vos muero, si lo que padezco es muerte o vida; porque, siendo vos la matadora, mayor gloria de pena ya no quiero que poder alegar tal homicida. Garcilaso de la Vega (1501-1536) Soneto XXIII En tanto que de rosa y d’azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena; y en tanto que’l cabello, que’n la vena del oro s’escogió, con vuelo presto por el hermoso cuello blanco, enhiesto, el viento mueve, esparce y desordena: coged de vuestra alegre primavera el dulce fruto antes que’l tiempo airado cubra de nieve la hermosa cumbre. Marchitará la rosa el viento helado, todo lo mudará la edad ligera por no hacer mudanza en su costumbre. Soneto I Cuando me para a contemplar mi estado y a ver los pasos por dó me han traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; mas cuando del camino estó olvidado, a tanto mal no sé por dó he venido; sé que me acabo, y más he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado. Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme si quisiere, y aún sabrá querello; que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacello? Égloga I (8-9) [...] Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte m’agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba. ¡Ay, cuánto m’engañaba! ¡Ay, cuán diferente era y cuán de otra manera lo que en tu falso pecho se escondía! Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja repitiendo la desventura mía. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, reputándolo yo por desvarío, vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío Llevaba, por pasar allí la siesta, a abrevar en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte, por desusada parte y por nuevo camino el agua s’iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso enajenado iba siguiendo del agua fugitiva. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo [...] Gutierre de Cetina (1510-1554) Madrigal I Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, ¿por qué, si me miráis, miráis airados? Si cuanto más piadosos, más bellos parecéis a aquel que os mira, no me miréis con ira, porque no parezcáis menos hermosos. ¡Ay tormentos rabiosos! Ojos claros, serenos, ya que así me miráis, miradme al menos. Soneto Si es verdad, como está determinado, como en casos de Amor es ley usada, transformarse el amante en el amada, que por el mismo Amor fue así ordenado, yo no soy yo, que en vos me he transformado; y el alma puesta en vos, de sí ajenada, mientras de vuestro ser sólo se agrada, dejando de ser yo, vos se ha tornado. Mi seso, mis sentidos y mis ojos siempre vos los movéis y los movisteis desde el alma do estáis hecha señora. Si cosa he dicho yo que os diese enojos, mi lengua sólo fue pronunciadora, mas vos que la movéis, vos lo dijisteis. Fray Luis de León (1527-1591) Oda I, Vida retirada ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruïdo, y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado. No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera; no cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas, y mortal cuidado? ¡Oh, campo! ¡Oh, monte! ¡Oh, río! ¡Oh, secreto seguro, deleitoso! Roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso. Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo del que la sangre sube o el dinero. Despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno arbitrio está atenido. Vivir quiero conmigo; gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera, de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto. Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura; y luego, sosegada, el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruïdo, que del oro y del cetro pone olvido. Téngase su tesoro los que de un flaco leño se confían; no es mío ver el lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían. La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía. A mí una pobrecilla mesa, de amable paz bien abastada, me baste; y la vajilla, de fino oro labrada, sea de quien la mar no teme airada. Y mientras miserable- mente se están los otros abrasando con sed insacïable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando, a la sombra tendido, de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado. Oda VIII, Noche serena Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo, de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente; despiden larga vena los ojos hechos fuente; la lengua dice al fin con voz doliente: “Morada de grandeza, templo de claridad y hermosura: mi alma que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel baja, escura? ¿Qué mortal desatino de la verdad aleja ansí el sentido, que de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana sombra, el bien fingido? El hombre está entregado al sueño, de su suerte no cuidando; y con paso callado el cielo, vueltas dando, las horas del vivir le va hurtando. ¡Ay!, ¡despertad, mortales! Mirad con atención en vuestro daño. Las almas inmortales, hechas a bien tamaño, ¿podrán vivir de sombra y solo engaño? ¡Ay!, levantad los ojos a aquesta celestial eterna esfera: burlaréis los antojoa de aquesa lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera. ¿Es más que un breve punto el bajo y torpe suelo, comparado a aqueste gran trasunto, do vive mejorado lo que es, lo que será, lo que ha pasado? Quien mira el gran concierto de aquestos resplandores eternales, su movimiento cierto, sus pasos desiguales y en proporción concordes tan iguales: la luna cómo mueve la plateada rueda, y va en pos de ella la luz do el saber llueve, y la graciosa estrella de Amor la sigue reluciente y bella; y cómo otro camino prosigue el sanguinoso Marte airado, y el Júpiter benino, de bienes mil cercado, serena el cielo con su rayo amado; rodéase en la cumbre Saturno, padre de los siglos de oro; tras dél la muchedumbre del reluciente coro su luz va repartiendo y su tesoro: ¿quién es el que esto mira y precia la bajeza de la tierra, y no gime y suspira por romper lo que encierra el alma y de estos bienes la destierra? Aquí vive el contento, aquí reina la paz; aquí, asentado en rico y alto asiento, está el Amor sagrado, de glorias y deleites rodeado. Inmensa hermosura aquí se muestra toda, y resplandece clarísima luz pura, que jamás anochece; eterna primavera aquí florece. ¡Oh, campos verdaderos! ¡Oh, prados con verdad dulces y amenos! ¡Riquísimos mineros! ¡Oh, deleitosos senos! ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos! San Juan de la Cruz (1542-1591) “Noche oscura” En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada: a escuras y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡oh, dichosa ventura!, a escuras y en celada, estando ya mi casa sosegada; en la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en corazón ardía. Aquesta me guïaba más cierto que la luz del mediodía, a donde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche que guiaste!, ¡oh noche amable más que el alborada!, ¡oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba; y el ventalle de cedros aire sdaba. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. “Llama de amor viva” ¡Oh llama de amor viva que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro!, pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres, rompe la tela de este dulce encuentro. ¡Oh cauterio süave!, ¡oh regalada llaga!, ¡oh mano blanda!, ¡oh toque delicado que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando, muerte en vida la has trocado. ¡Oh lámpara de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños primores calor y luz dan junto a su querido! ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras; y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, cuán delicadamente me enamoras! 
Luis de Góngora Romances, 1 (1580) Ciego que apuntas, y atinas, Caduco dios y rapaz, Vendado que me has vendido, Y niño mayor de edad, Por el alma de tu madre, -Que murió, siendo inmortal, De envidia de mi señora- Que no me persigas más. Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz. Baste el tiempo mal gastado Que he seguido a mi pesar Tus inquïetas banderas, Forajido capitán. Perdóname, Amor, aquí, Pues yo te perdono allá Cuatro escudos de paciencia, Diez de ventaja en amar. Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz. Amores desdichados, Que seguís milicia tal, Decidme, ¿qué buena guía Podéis de un ciego sacar? De un pájaro ¿qué firmeza? ¿Qué esperanza de un rapaz? ¿Qué galardón de un desnudo? De un tirano ¿qué piedad? Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz. Diez años desperdicié, Los mejores de mi edad, En ser labrador de Amor A costa de mi caudal. Como aré y sembré, cogí; Aré un alterado mar, sembré una estéril arena, cogí vergüenza y afán. Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz. Una torre fabriqué Del viento en la raridad, Mayor que la de Nembroth, Y de confusa igual. Gloria llamaba a la pena, A la cárcel libertad, Miel dulce al amargo acíbar, Principio al fin, bien al mal. Déjame en paz, Amor tirano, déjame en paz. Letrilla, 96 (1581) Ándeme yo caliente Y ríase la gente. Traten otros del gobierno Del mundo y sus monarquías, Mientras gobiernan mis días Mantequillas y pan tierno, Y las mañanas de invierno Naranjada y aguardiente, Y ríase la gente. Coma en dorada vajilla El Príncipe mil cuidados, Como píldoras dorados; Que yo en mi pobre mesilla Quiero más una morcilla Que en el asador reviente, Y ríase la gente. Cuando cubra las montañas De blanca nieve el enero, Tenga yo lleno el brasero De bellotas y castañas Y quien las dulces patrañas Del Rey que rabió me cuente, Y ríase la gente. Busque muy en hora buena El mercader nuevos soles; Yo conchas y caracoles Entre la menuda arena, Escuchando a Filomena Sobre el chopo de la fuente, Y ríase la gente. Pase a media noche el mar, Y arda en amorosa llama Leandro por ver su dama; Que yo más quiero pasar Del golfo de mi lagar La blanca o roja corriente, Y ríase la gente. Pues Amor es tan cruel Que de Píramo y su amada Hace tálamo una espada, Do se junten ella y él, Sea mi Tisbe un pastel, Y la espada sea mi diente, Y ríase la gente. Soneto, 357 (1620) Prisión del nácar era articulado De mi firmeza un émulo luciente, Un diamante, ingeniosamente En oro también él aprisionado. Clori, pues, que su dedo apremïado De metal aun precioso no consiente, Gallarda un día, sobre impacïente, Lo redimió del vínculo dorado. Mas ay, que insidïoso latón breve En los cristales de su bella mano Sacrílego divina sangre bebe: Púrpura ilustró menos indïano Marfil; envidïosa sobre nieve, Claveles deshojó la Aurora en vano. Soneto, 339 (1615) Pisó las calles de Madrid el fiero Monóculo galán de Galatea, Y cual suele tejer bárbara aldea Soga de gozques contra forastero, Rígido un bachiller, otro severo, Crítica turba al fin, si no pigmea, Su diente afila y su veneno emplea En el disforme cíclope cabrero. A pesar del lucero de su frente, Le hacen oscuro, y él en dos razones, Que en dos truenos libró de su occidente: “Si quieren, respondió, los pedantones Luz nueva en hemisferio diferente, Den su memorial a mis calzones. Soneto, 374 (1623) Menos solicitó veloz saeta Destinada señal, que mordió aguda; Agonal carro por la arena muda No coronó con más silencio meta, Que presurosa corre, que secreta, A su fin nuestra edad. A quien lo duda, Fiera que sea de razón desnuda, Cada Sol repetido es un cometa. ¿Confiésalo Cartago, y tú lo ignoras? Peligro corres, Licio, si porfías En seguir sombras y abrazar engaños. Mal te perdonarán a ti las horas; Las horas que limando están los días, Los días que royendo están los años. Fábula de Polifemo y Galatea (1613) […] “¡Oh bella Galatea, más suave Que los claveles que tronchó la Aurora; Blanca más que las plumas de aquel ave Que dulce muere y en las aguas mora; Igual en pompa al pájaro que, grave, Su manto azul de tantos ojos dora Cuantas el celestial zafiro estrellas! ¡Oh tú que en dos incluyes las más bellas! “Deja las ondas, deja el rubio coro De las hijas de Tetis, y el mar vea, Cuando niega la luz un carro de oro, Que en dos la restituye Galatea. Pisa la arena que en la arena adoro Cuantas el blanco pie conchas platea, Cuyo bello contacto puede hacerlas, Sin concebir rocío, parir perlas. “Sorda hija de el mar, cuyas orejas A mis gemidos son rocas al viento; O dormida te hurten a mis quejas Purpúreos troncos de corales ciento, O al disonante número de almejas -Marino, si agradable no, instrumento-, Coro tejiendo estés, escucha un día Mi voz, por dulce, cuando no por mía. “Pastor soy, mas tan rico de ganados, Que los valles impido más vacíos, Los cerros desparezco levantados, Y los caudales seco de los ríos: No los que, de sus ubres desatados O derribados de los ojos míos, Leche corren y lágrimas; que iguales En número a mis bienes son mis males. “Sudando néctar, lambicando olores, Senos que ignora aún la golosa cabra, Corchos me guardan, más que abeja flores Liba inquïeta, ingenïosa labra; Troncos me ofrecen árboles mayores, Cuyos enjambres, o el abril los abra O los desate el mayo, ámbar destilan, Y en ruecas de oro rayos de el Sol hilan”. Soledades (1614) Era de el año la estación florida En que el mentido robador de Europa -Media luna las armas de su frente, Y el Sol todos los rayos de su pelo-, Luciente honor del cielo, En campos de zafiro pasce estrellas; Cuando el que ministrar podía la copa A Júpiter mejor que el garzón de Ida, -Náufrago y desdeñado, sobre ausente-, Da el mar; que condolido, Fue a las ondas, fue al viento El mísero gemido, Segundo de Arïón dulce instrumento. De el siempre en la montaña opuesto pino Al enemigo Noto, Piadoso miembro roto -Breve tabla- delfín no fue pequeño Al inconsiderado peregrino Que a una Libia de ondas su camino Fió, y su vida a un leño. Del Océano, pues antes sorbido, Y luego vomitado No lejos de un escollo coronado De secos juncos, de calientes plumas -Alga todo y espumas-, Halló hospitalidad donde halló nido De Júpiter el ave. Besa la arena, y de la rota nave Aquella parte poca Que le expuso en la playa dio a la roca: Que aún se dejan las peñas Lisonjear de agradecidas señas. Desnudo el joven, cuando ya el vestido Océano ha bebido, Restituir le hace a las arenas; Y al sol le extiende luego, Que lamiéndole apenas Su dulce lengua de templado fuego, Lento le embiste, y con süave estilo La menor onda chupa al menor hilo. No bien pues de su luz los horizontes -Que hacían desigual, confusamente Montes de agua y piélagos de montes- Desdorados los siente, Cuando –entregado el mísero extranjero En lo que ya de el mar redimió fiero- Entre espinas crepúsculos pisando, Riscos que aun igualara mal, volando, Veloz, intrépida ala -Menos cansado que confuso- escala. Francisco de Quevedo Soneto 4 ¿Qué otra cosa es verdad sino pobreza En esta vida frágil y liviana? Los dos embustes de la vida humana, Desde la cuna, son honra y riqueza. El tiempo, que ni vuelve ni tropieza, En horas fugitivas la devana; Y, en errado anhelar, siempre tirana, La Fortuna fatiga su flaqueza. Vive muerte callada y divertida La vida misma; la salud es guerra De su propio alimento combatida ¡Oh, cuánto, inadvertido, el hombre yerra: Que en tierra teme que caerá la vida, Y no ve que, en viviendo, cayó en tierra!. Soneto Dichoso tú, que, alegre en tu cabaña, Mozo y viejo espiraste la aura pura, Y te sirven de cuna y sepoltura De paja el techo, el suelo de espadaña. En esa soledad, que, libre, baña Callado sol con lumbre más segura, La vida al día más espacio dura, Y la hora, sin voz, te desengaña. No cuentas por los cónsules los años; Hacen tu calendario tus cosechas; Pisas todo tu mundo sin engaños. De todo lo que ignoras te aprovechas; Ni anhelas premios, ni padeces daños, Y te dilatas cuanto más te estrechas. Salmo XVII Miré los muros de la patria mía, Si un tiempo fuertes, ya desmoronados, De la carrera de la edad cansados, Por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el sol bebía Los arroyos del yelo desatados, Y del monte quejosos los ganados, Que con sombras hurtó su luz al día. Entré en mi casa; vi que, amancillada, De anciana habitación era despojos; Mi báculo, más corvo y menos fuerte; Vencida de la edad sentí mi espada, Y no hallé cosa en que poner los ojos Que no fuese recuerdo de la muerte. Salmo XIX ¡Cómo de entre mis manos te resbalas! ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía! ¡Qué mudos pasos traes. Oh muerte fría, Pues con callado pie todo lo igualas! Feroz, de tierra el débil muro escalas, En quien lozana juventud se fía; Mas ya mi corazón del postrer día Atiende el vuelo, sin mirar las alas. ¡Oh condición mortal! ¡Oh dura suerte! ¡Que no puedo querer vivir mañana Sin la pensión de procurar mi muerte! Cualquier instante de la vida humana Es nueva ejecución, con que me advierte Cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana. Desde la torre Retirado en la paz de estos desiertos, Con pocos, pero doctos libros juntos, Vivo en conversación con los difuntos Y escucho con mis ojos a los muertos. Si no siempre entendidos, siempre abiertos, O enmiendan, o fecundan mis asuntos; Y en músicos callados contrapuntos Al sueño de la vida hablan despiertos. Las grandes almas que la muerte ausenta, De injurias de los años, vengadora, Libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la emprenta. En fuga irrevocable huye la hora; Pero aquella el mejor cálculo cuenta Que en la lección y estudios nos mejora. Soneto amoroso Es hielo abrasador, es fuego helado, Es herida que duele y no se siente, Es un soñado bien, un mal presente, Es un breve descanso muy cansado; Es un descuido que nos da cuidado, Un cobarde, con nombre de valiente, Un andar solitario entre la gente, Un amar solamente ser amado; Es una libertad encarcelada, Que dura hasta el postrero parasismo; Enfermedad que crece si es curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¡Mirad cuál amistad tendrá con nada El que en todo es contrario de sí mismo! Letrilla satírica Pues amarga la verdad, Quiero echarla de la boca; Y si a l’alma su hiel toca, Esconderla es necedad. Sépase, pues libertad Ha engendrado en mi pereza La pobreza ¿Quién hace al tuerto galán Y prudente al sin consejo? ¿Quién al avariento viejo Le sirve de río Jordán? ¿Quién hace de piedras pan, Sin ser el Dios verdadero? El dinero. ¿Quién con su fiereza espanta El cetro y corona al rey? ¿Quién, careciendo de ley, Merece nombre de santa? ¿Quién con la humildad levanta A los cielos la cabeza? La pobreza. ¿Quién los jueces con pasión, Sin ser ungüento, hace humanos, Pues untándoles las manos Les ablanda el corazón? ¿Quién gasta su opilación Con oro y no con acero? El dinero. ¿Quién procura que se aleje Del duelo la gloria vana? ¿Quién, siendo toda cristiana, Tiene la cara de hereje? ¿Quién hace que al hombre aqueje El desprecio y la tristeza? La pobreza ¿Quién la montaña derriba Al valle; la hermosa al feo? ¿Quién podrá cuanto el deseo, Aunque imposible, conciba? ¿Y quién lo de abajo arriba Vuelve en el mundo ligero? El dinero. Soneto Yo te untaré mis obras con tocino, Porque no me las muerdas, Gongorilla, Perro de los ingenios de Castilla, Docto en pullas, cual mozo de camino. Apenas hombre, sacerdote indino, Que aprendiste sin christus la cartilla; Chocarrero de Córdoba y Sevilla, Y, en la Corte, bufón a lo divino. ¿Por qué censuras tú la lengua griega Siendo sólo rabí de la judía, Cosa que tu nariz aun no lo niega? No escribas versos más, por vida mía; Aunque aquesto de escribas se te pega, Por tener de sayón la rebeldía. Miguel de Cervantes Al túmulo de Felipe II Voto a Dios que me espanta esta grandeza Y que diera un doblón por describilla; Porque ¿a quién no sorprende y maravilla Esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza Vale más de un millón, y que es mancilla Que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!, Roma triunfante en ánimo y nobleza. Apostaré que el ánima del muerto Por gozar este sitio hoy ha dejado La gloria donde vive eternamente. Esto oyó un valentón, y dijo: “Es cierto Cuanto dice voacé, señor soldado, Y el que dijere lo contrario miente. Y luego, incontinente, Caló el chapeo, requirió la espada, Miró al soslayo, fuese, y no hubo nada. Lope de Vega Soneto Un soneto me manda hacer Violante, Que en mi vida me he visto en tanto aprieto; Catorce versos dicen que es soneto; Burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante Y estoy a la mitad de otro cuarteto, Mas si me veo en el primer terceto, No hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando, Y parece que entré con pie derecho, Pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo, y aun sospecho Que voy los trece versos acabando; Contad si son catorce, y está hecho. Cantar de siega Blanca me era yo Cuando entré en la siega; Dióme el sol y ya soy morena. Blanca solía yo ser Antes que a segar viniese Mas no quiso el sol que fuese Blanco el fuego en mi poder. Mi edad al amanecer Era lustrosa azucena; Dióme el sol y ya soy morena. LXI Ir y quedarse y con quedar partirse, Partir sin alma e ir con alma ajena; Oír la dulce voz de una sirena Y no poder del árbol desasirse; Arder como la vela y consumirse Haciendo torres sobre tierna arena; Caer de un cielo y ser demonio en pena Y de serlo jamás arrepentirse; Hablar entre las mudas soledades, Pedir prestada sobre fe paciencia Y lo que es temporal llamar eterno; Creer sospechas y negar verdades Es lo que llaman en el mundo ausencia; Fuego en el alma y en la vida infierno. 
1. Y yo, en dolor y desdeñado, vivo a oscuras, sin la lumbre que amé tanto como sin remos barco en mar esquivo. 2. Todas las noches viene a mi sueño, para decirme, dulce y quedamente, que mi empeño en echarte de mi frente, como a una maldición, es vano empeño. 3. De aquello que se edifica y más su firmeza alaba, su fin la fama publica, que lo que el tiempo fabrica el mismo tiempo lo acaba. 4. A San Juan de Alfarache va la morena a trocar con la flota plata por perlas. 5. Y un cisne negro dijo: “la noche anuncia el día.” Y uno blanco: “La aurora es inmortal, la aurora es inmortal” ¡Oh tierras del sol y de armonía, aún guarda la Esperanza la caja de Pandora! 6. Yo no quiero que madrugues sino que al rayar el alba abras tus ojos azules. 7. Si de mi baja lira tanto pudiese el son que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento. 8. Recuerde el alma dormida avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando. 9. Entonces desperté... Ya era de día. Tu sueño recordé... Mas ¿dónde estabas? ¿Dónde, mi bien, que ya no te veía? ¡Ah, desdichado! Yo era el que dormía, y yo era el que soñaba que soñabas 10. Tonto llovido del cielo, del limbo, sin un ochavo. Mal, pollito colipavo, sin plumas, digo, sin pelo. ¡Pío-pic!, pica, y al vuelo todos le pican a él. 11. Invicta razón alienta armas contra tu vil saña, y el pecho es corta campaña a batalla tan sangrienta. Y así, amor, en vano intenta tu esfuerzo loco ofenderme: pues podré decir, al verme expirar sin entregarme, que conseguiste matarme mas no pudiste vencerme. 12. Un monte era de miembros eminente este (que, de Neptuno hijo fiero, de un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero) cíclope, a quien el pino más valiente, bastón, le obedecía, tan ligero, y al grave peso junco tan delgado, que un día era bastón y otro cayado. 13. Por seguir un pensamiento, atrevido y desmandado, heme tanto aventurado, que camino por el viento. 14. Siempre quise mujer chica, más que grande nin mayor: non es desaguisado del grand mal ser foidor. Del mal, tomar el menos, dízelo el sabidor: por ende de las mujeres la mejor es la menor. 15. Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra que me llevare el blanco día, y podrá desatar esta alma mía hora a su afán ansioso lisonjera, mas no, de esotra parte, en la ribera dejará la memoria, en donde ardía: nadar sabe mi llama la agua fría, y perder el respeto a ley severa. Alma a quien todo un dios prisión ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, medulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrán sentido; polvo serán, mas polvo enamorado. 16. De los álamos del río llega un sonido de plata. ¿Será la voz con que sueño, su dulce voz que me llama? 17. ¡Mi amado las montañas, los valles solitarios nemorosos[1], las ínsulas estrañas, los ríos sonorosos, el silvo de los ayres amorosos, "la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora". San Juan de la Cruz. 18."En esta abbadessa yazié mucha bondat, era de grand recabdo e de grand caridat, guïava su conviento de toda boluntat, vivién segund la regla en toda onestat. Pero la abbadessa cadió una vegada, fizo una locura qe es mucho vedada; pisó por su ventura yerva fuert enconada, quando bien se catido fallóse embargada". Gonzalo de Berceo. 19."Non hay mejor riqueza que la buena hermandad, nin tan mala pobreza como es la soledad. "Si fuese el fablar de plata figurado, debe ser el callar de oro afinado". Sem Tob. 20."Inquiere con gran cuidado la sçiençia con estudio e diligençia reposado: non cobdiçies ser letrado por loor; mas sçiente reprehensor de pecado". Íñigo López de Mendoza (Marqués de Santillana) 21."Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer, cómo después de acordado da dolor; cómo a nuestro parescer cualquiera tiempo pasado fué mejor". Jorge Manrique. 22."Dulce gustar de un no sé qué sin nombre, que amor dentro en mi alma poner quiso, cuando mi mal sanó con gran renombre. Dulce pensar que estoy en paraíso, sino que en fin me acuerdo que soy hombre y en las cosas del mundo tomo aviso". Juan Boscán. 23."Corrientes aguas, puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno, yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que, de puro contento, con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría". Garcilaso de la Vega. 24."El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música extremada por vuestra sabia mano gobernada". Fray Luis de León. 25."Pensé, mas fue engañoso pensamiento, armar de puro hielo el pecho mío, porque el fuego de amor al grave frío no desatase en nuevo encendimiento. Procuré no rendirme al mal que siento, y fue todo mi esfuerzo desvarío; perdí mi libertad, perdí mi brío, cobré un perpetuo mal, cobré un tormento. Fernando de Herrera. 26."¡Pobre de aquel que corre y se dilata por cuantos son los climas y los mares, perseguidor del oro y de la plata! Un ángulo me basta entre mis lares, un libro y un amigo, un sueño breve, que no perturben deudas ni pesares. Esto tan solamente es cuanto debe Naturaleza al simple y al discreto, y algún manjar común, honesto y leve. Anónimo, "Epístola moral a Fabio". 27."Voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla, porque ¿a quién no sorprende y maravilla esta máquina insigne, esta riqueza? Por Jesucristo vivo, cada pieza vale más de un millón, y que es mancilla que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla! Roma triunfante en ánimo y nobleza". Miguel de Cervantes. 28."Blanca me era yo cuando entré en la siega; dióme el sol y ya soy morena. Blanca solía yo ser antes que a segar viniese, mas no quiso el sol que fuese blanco el fuego en mi poder. Mi edad al amanecer era lustrosa azucena; dióme el sol y ya soy morena". Lope de Vega. 29."La más bella niña de nuestro lugar, hoy viuda y sola y ayer por casar, viendo que sus ojos a la guerra van, a su madre dice que escucha su mal: "Dejadme llorar orillas del mar". Luis de Góngora. 30."La dulce boca que a gustar convida un humor entre perlas destilado y a no envidiar aquel licor sagrado que a Júpiter ministra el garzón de Ida, amantes no toquéis si queréis vida; porque entre un labio y otro colorado Amor esté, de su veneno armado, cual entre flor y flor sierpe escondida". Luis de Góngora. 31."Sudando néctar, lambicando olores, senos que ignora aún la golosa cabra, corchos me guardan, más que abeja flores liba inquïeta, ingenïosa labra; troncos me ofrecen árboles mayores, cuyos enjambres, o el abril los abra o los desate el mayo, ámbar destilan, y en ruecas de oro rayos de el Sol hilan". Luis de Góngora. 32."Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados; y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día". Francisco de Quevedo. 33."Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, venas, que humor a tanto fuego han dado, medulas, que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrán sentido; polvo serán, mas polvo enamorado". Francisco de Quevedo. 34."Testigo de eterno amor, le di una flor a mi amante; mi suerte fue que la flor tan sólo duró un instante". Ramón de Campoamor. 35."La niña es la mujer que respetamos, y la mujer, la niña que engañamos. "Al pintarte el amor que por ti siento, suelo mentir, pero no sé que miento". Ramón de Campoamor. 36."Leer, leer, leer, vivir la vida que otros soñaron. Leer, leer, leer, el alma olvida las cosas que pasaron". Miguel de Unamuno. 37."El patíbulo destaca trágico, nocturno y gris, la ronda de la petaca sigue a la ronda de anís, pica tabaco la faca, y el patíbulo destaca sobre el alba flor de lis". Ramón del Valle Inclán. 38."Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!...". Antonio Machado. 39."Un renglón hay en el cielo para mí. Lo veo, lo estoy mirando; no lo puedo traducir, es cifrado. Lo entiendo con todo el cuerpo; no sé hablarlo". José Moreno Villa. 40."¿Volver? Vuelva el que tenga, tras largos años, tras un largo viaje, cansancio del camino y la codicia de su tierra, su casa, sus amigos, del amor que el regreso fiel le espere". Luis Cernuda. 41."En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes". Miguel Hernández[1]"Lo que es propio del bosque o pertenece a él", Diccionario de Autoridades. 
Sintaxis del español.- Introducción.- Antes de afrontar el estudio de la sintaxis del español hemos de plantearnos la definición de un concepto fundamental en sintaxis: sintagma. Se define como la unidad más pequeña de la lengua capaz de realizar una función sintáctica. Es decir, cuando nosotros analizamos oraciones no hacemos otra cosa que identificar sintagmas y averiguar la función sintáctica que realizan o, lo que es lo mismo, identificar las relaciones que se establecen entre sintagmas. Los sintagmas pueden ser simples, cuando los forman un solo elemento (un sustantivo, un adjetivo, un adverbio, etc.), o complejos, cuando constan de un elemento nuclear y otros que dependen de él. Ejemplos de sintagma simple serían: “El libro”, “dulce”, “cerca”, etc. De sintagma complejo serían ejemplos los siguientes: “El libro aburrido”, “muy dulce”, “más cerca”, “El hombre que sabía demasiado”, etc. El análisis sintáctico consiste en la identificación de las funciones de todos los sintagmas simples y complejos que constituyen una oración, de tal modo que una vez establecida la función sintáctica que realiza un sintagma complejo hay que identificar las funciones sintácticas que existen dentro de él hasta llegar a los sintagmas simples. De acuerdo con las funciones sintácticas que son capaces de realizar podemos distinguir cuatro clases de sintagmas: * SINTAGMA NOMINAL: es aquel que puede funcionar como SUJ, CD, CI, SUPL, CC, etc. Serán sintagmas nominales aquellos cuyo núcleo sea un sustantivo, pronombre o infinitivo. También serán sintagmas nominales las llamadas “subordinadas sustantivas”. * SINTAGMA ADJETIVO: es aquel que puede funcionar como AN (adyacente de un sustantivo o un pronombre), ATRIB y CP. Serán sintagmas adjetivos aquellos cuyo núcleo sea un adjetivo o un participio. También hemos de considerar sintagmas adjetivos a las llamadas subordinadas adjetivas. * SINTAGMA ADVERBIAL: es aquel que puede funcionar como AADJ (adyacente de una adjetivo), AADV (adyacente de un adverbio), ATRIB o CC. Serán sintagmas adverbiales aquellos cuyo núcleo sea un adverbio o un gerundio. Del mismo modo, consideraremos sintagmas adverbiales a las llamadas subordinadas adverbiales. * SINTAGMA VERBAL: este sintagma se define por su núcleo, que sólo puede ser un verbo. A continuación vamos a referirnos a las diferentes funciones sintácticas que se pueden identificar en una oración. Hemos de recordar que las funciones sintácticas son las relaciones que establecemos entre los sintagmas para construir oraciones. No nos detendremos más que lo imprescindible en consideraciones acerca de la morfología y nos centraremos, esencialmente, en las funciones realizadas por los distintos sintagmas y los métodos de descubrimiento de estas funciones. Diferenciaremos las siguientes funciones: sujeto (SUJ), complemento directo (CD), complemento indirecto (CI), suplemento (SUPL), complemento circunstancial (CC), atributo (ATRIB), adyacente nominal (AN), adyacente adjetivo (AADJ), adyacente adverbial (AADV) y complemento predicativo (CP). Con la excepción de las funciones de adyacente nominal, adjetivo y adverbial, todas las demás funciones ponen a un elemento dependiente en relación con un núcleo de carácter verbal, sea éste verbo, infinitivo, gerundio o participio. En la de adyacente nominal encontraremos a un elemento dependiente de un núcleo de carácter nominal; en la de adyacente adjetivo a uno que depende de un núcleo adjetivo; y en la de adyacente adverbial a un sintagma que depende de un adverbio. A continuación nos referiremos a cada una de estas funciones sintácticas, fijándonos en los sintagmas que pueden realizarlas así como en las características que nos permiten su identificación. Sujeto.- La función sintáctica de sujeto la realizará siempre un sintagma nominal (SN), es decir un sintagma cuyo núcleo será un nombre sustantivo, un pronombre o un infinitivo. Lo que caracteriza a esta función sintáctica es la concordancia del núcleo del sintagma que creemos sujeto con el verbo del que depende en número y persona. Así, en las siguientes oraciones: A. “Me gustaban excesivamente los helados”. B. “Yo no sabía nada”. C. “El profesor me aburre mucho”. Identificaremos como sujetos a “los helados" (A), “yo” (B) y “el profesor” (C). Cualquier variación que introduzcamos en el número o en la persona del sujeto debe ir acompañada de una variación en el verbo, si queremos mantener una estructura gramaticalmente correcta. De este modo obtendríamos lo siguiente: A. *“Me gust aban mucho el helado” [1]. A. “Me gustaba mucho el helado”. B. *“Tú no sabía nada”. B: *“Nosotros no sabía nada”. B: “Nosotros no sabíamos nada”. C. *“Los profesores me aburre mucho”. C. “Los profesores me aburren mucho”. Puede darse el caso, que más arriba hemos mencionado, de que realice la función de sujeto un sintagma nominal cuyo núcleo sea un infinito, elemento de carácter verbal que no varía ni en persona ni en número. En estos casos el verbo del que es sujeto el infinitivo está siempre en singular y no es posible cambiarlo a plural sin dar lugar a una oración inaceptable. En los siguientes casos encontramos dos infinitivos que funcionan como sujeto: A. “Estudiar es muy divertido”. B. “Me encanta leer”. En A. “estudiar” y en B. “leer”. Si ahora ponemos los verbos de ambas frases en plural nos encontramos con esto: A. *“Estudiar son muy divertido”. B. *“Me encantan leer”. Como hemos visto, de algún modo se puede decir que el infinitivo también concuerda con el verbo del que depende al obligarlo a permanecer en singular. Finalmente, podemos añadir una última característica del sujeto: nunca va precedido de preposición. Complemento directo.- Esta función sintáctica la realizan los mismos elementos que la anterior (sintagmas nominales). Reconoceremos a los elementos que la realizan por una característica fundamental: al eliminar un elemento que funciona como complemento directo aparecerá en su lugar un pronombre personal lo, la, los o las, según el género y el número del elemento eliminado. Dicho de otra manera, siempre que un elemento lleve a cabo esta función será posible sustituirlo por uno de los pronombres citados. Parece evidente que en aquellos casos en los que nos encontremos en una oración con alguno de estos pronombres, generalmente habremos de analizarlos como complementos directos. Cuando el sintagma nominal que desempeña la función de complemento directo tiene como núcleo un infinitivo siempre es sustituible por el pronombre lo, puesto que el infinitivo no tiene ni género ni número y se identificará con el elemento más general o no marcado [2]. Por ejemplo: A. “Desea comenzar enseguida”; “Lo desea”. B. “Eduardo consiguió acabar el libro”; “Eduardo lo consiguió”. También tenemos que considerar dos casos en los que podemos tener dificultades para identificar la función sintáctica que realizan algunos pronombres. En castellano se permite el leísmo (es decir, el uso del pronombre le, les en lugar de lo, los) para aquellas situaciones en las que con el elemento que funciona como complemento directo nos referimos a un ser humano masculino [3]. Por ejemplo: A. “Le llevé al cine”. B. “María les abrazó entusiasmada”. En ambos casos le y les han sido usados en lugar de lo y los, y en ambos casos estamos ante un complemento directo. El modo de resolver las dudas en estos casos consiste en sustituir los referentes masculinos por referentes femeninos. Aplicando esta solución a A. y B. tendríamos: A. “La llevé al cine”. B. “María las abrazó entusiasmada”. Hemos comprobado que nos encontrábamos ante dos complementos directos puesto que hemos tenido que usar la y las para referirnos al género femenino y estos pronombres siempre realizan la función de complemento directo. Algo similar a lo anterior sucede cuando se usan los pronombres personales me, te, se, nos y os. Estos elementos pueden realizar la función de complemento directo o la de complemento indirecto. Para establecer en qué casos realizan una u otra, lo más sencillo es la sustitución del pronombre analizado por la o las, según sea singular o plural. Si es posible la sustitución y se mantiene el sentido de la oración estaremos ante complementos directos. De este modo, fijémonos en las siguiente oraciones: A. “Mi mamá me mima”. B. “Te vi en aquella espantosa fiesta”. C. “Juan me trajo los ejercicios hechos”. D. “Te pusieron la nota que merecías”. E. “Mi primo nos llevó al cine”. F. “El mismo primo nos compró caramelos”. Si sustituimos todos los pronombres resaltados en negrita por las formas la o las obtendremos las siguientes oraciones: A. “Mi mamá la mima”. B. “La vi en aquella espantosa fiesta”. C. *“Juan la trajo los ejercicios hechos”. D. *“La pusieron la nota que merecía”. E. “Mi primo las llevó al cine”. F. *“El mismo primo las compró caramelos”. Como hemos visto, las oraciones A., B. y E. son aceptables, es decir, en esos casos estamos ante complementos directos, mientras que en los casos de C., D. y F. los resultados de las sustituciones propuestas son inaceptables y nos indican que estamos ante complementos indirectos. Estos últimos sí admitirían la sustitución por los pronombres propios de esa función: C. “Juan le trajo los ejercicios hechos”. D. “Le pusieron la nota que merecía”. F. “El mismo primo les compró los caramelos”. El elemento que funciona como complemento directo no suele ir precedido de preposición, pero en algunas ocasiones podremos encontrarnos con que se aparece precedido de la preposición a. Esto sucede cuando es posible que se confunda el elemento que realiza la función de sujeto con aquél que desempeña la de complemento directo, como en la siguiente oración: A. “El ratón perseguía al gato”; AEl ratón lo perseguía” [4]. Complemento indirecto.- Entre esta función sintáctica y la anterior existe una estrecha relación, como acabamos de comprobar. Los elementos que pueden realizarla son los mismos que ya hemos señalado para las anteriores. El elemento que funciona como complemento indirecto aparece, con la única excepción de los pronombres personales le, les, me, te, se, nos y os, siempre precedido de la preposición a. Para identificar un elemento como complemento indirecto hemos de comprobar que es posible sustituirlo por le o les, de acuerdo con el número del elemento analizado. Así, en las siguientes oraciones: A. “María entregó el libro a la bibliotecaria”; “María le entregó el libro”. B. “Regalaba sus libros a los mendigos”; “Les regalaba sus libros”. C. “Esta asignatura me importa poco”; “Esta asignatura le importa poco”. En la oración C. aparece funcionando como complemento indirecto un pronombre personal. Puede dudarse, como hemos señalado anteriormente, entre esta función y la de complemento directo, pero esta duda queda resuelta al intentar la sustitución de “Ame” por “la”, sustitución que daría lugar a una oración inaceptable: *“Esta asignatura la importa poco”. Es posible que encontremos en no pocas oraciones combinaciones idénticas a las propias del complemento indirecto, es decir, un sustantivo o pronombre precedido de la preposición Aa@, pero a las que no es posible sustituir por los pronombres le, les. Por ejemplo: A. “Renunció a la gloria”. B. “Él recurrió a sus hermanos para el negocio”. Los resultados de sustituir las combinaciones marcadas en negrita por pronombre da lugar a oraciones agramaticales: A. *“La renunció”; *“Le renunció”. B. *“Él los recurrió para su negocio”, *“Él les recurrió para su negocio”. Suplemento.- Esta es una de las funciones sintácticas más difíciles de identificar debido a su proximidad formal con la de complemento circunstancial. El sintagma nominal es el único capaz de llevar a cabo esta función. Su apariencia es siempre la de una combinación de preposición más sintagma nominal. Para identificarla como suplemento ha de ser posible poder sustituir la mencionada combinación por la misma preposición más un pronombre. Asimismo es necesario que el sintagma así analizado sea imprescindible para mantener el sentido pleno del sintagma o frase en el que esté. De este modo en: A. “Nos referiremos a su situación”; “Nos referiremos a ella”. B. “Recurrió a su familia”; “Recurrió a ella”. Hemos señalado en negrita los segmentos que responden a las características propias de esta función. Complemento circunstancial.- Esta función sintáctica puede ser realizada por un sintagma nominal (cuyo núcleo puede ser un sustantivo, un pronombre o un infinitivo, normalmente precedidos por una preposición o, incluso, más raramente, por dos) [5] o por un sintagma adverbial (cuyo núcleo puede ser un adverbio o un gerundio). El elemento que jamás funciona como complementos circunstanciales es el sintagma adjetivo (cuyo núcleo es un adjetivo o un participio). Esta función sintáctica ha sido y es todavía una especie de cajón de sastre al que van a parar todos elementos a los que no podemos asignar ninguna de las funciones que aquí tratamos. Tanto es así que este método negativo es el que podemos aplicar para identificar un elemento como complemento circunstancial, de modo que llegaremos a él tras desestimar otras opciones. Los elementos que funcionan como complementos circunstanciales aportan nociones de lugar, modo, tiempo, causa, finalidad, instrumento, etc. Este listado podríamos hacerlo interminable, sólo depende de nuestra capacidad para distinguir posibilidades significativas en las distintas oraciones. Nosotros no hablaremos, en consecuencia de clases de complementos circunstanciales, sino que nos limitaremos a identificar la función con este único nombre. En las siguientes oraciones todos los elementos señalados en negrita realizan la función de complemento circunstancial: A. “Se quedó allí”. B. “Fue al kiosco por los periódicos” [6]. C. “La caravana pasó por sobre la loma”. D. “Ahora hay muchas oportunidades”. E. “Lo perdonó para olvidar su pasado”. F. “De ti piensa mal”. G. “El lunes vi esa película en el cine”. H. “Irrumpió en la clase diciendo tonterías” [7]Atributo.- Esta función sintáctica puede ser realizada por todos los sintagmas excepto el verbal. Así podemos encontrar funcionando como atributo a sustantivos, pronombres, infinitivos, adjetivos, participios, adverbios y gerundios. Habitualmente es el sintagma adjetivo (adjetivos y participios) quien desempeña esta función. Veamos ejemplos ilustrativos de lo anterior: A. “Mi primo es el portero” (sustantivo). B. “Tú eres éste” (pronombre). C. “El objetivo es aprobar” (infinitivo). D. “Ellos no son presentables” (adjetivo). E. “Vosotros estáis acabados” (participio). F. “Juan está allí” (adverbio). G. “El niño está congelándose” (gerundio). Tres son las características fundamentales de esta función sintáctica: 1) siempre depende de un verbo copulativo (“ser” y “estar”) o pseudocopulativo (“resultar”, “parecer”, “quedar”). Así, en las siguientes oraciones, encontramos: A. “Los alumnos son buenos”. B. “Los animales están indefensos”. C. “El examen resultó sencillo”. D. “Este chico parece cansado”. E. “Pedro quedó anonadado”. 2) Siempre es posible sustituir el elemento que funciona como atributo por el pronombre “lo”, independientemente del género y del número del elemento analizado. Si realizamos esta sustitución en la primera serie de ejemplos, obtendríamos: A. “Mi primo lo es”. B. “Tú lo eres”. C. “El objetivo lo es”. D. “Ellos no lo son”. E. “Vosotros lo estáis”. F. “Juan lo está”. G. “El niño lo está”. Y 3), si es posible, el elemento que realiza esta función concuerda en género y número con el sujeto de la oración, como en las siguientes oraciones: A. “Los colores son variados”. B. “Tus amigas resultan simpáticas”. C. “Mis alumnos parecen los mejores”. D. “Mi gato está enfermo”. Complemento predicativo.- Esta es una función sintáctica de características similares a la anterior, desde el punto de vista semántico. Se diferencia de ella en que se identifica en oraciones cuyo núcleo es un verbo “predicativo” (es decir, “no copulativo”). También se distingue de la anterior porque los elementos que pueden realizarla se reducen a sustantivo, adjetivo y participio. Asimismo, es imposible sustituir a un segmento que realice esta función por el pronombre “lo”, característica de la función atributo. El elemento que desempeñe la función de complemento predicativo ha de concordar en género y número con el sujeto o con el complemento directo, ya que con ambas funciones sintácticas se relaciona. Veamos algunos ejemplos en los que aparecen en negrita los elementos que funcionan como complemento predicativo: A. “Elena saltó la primera”. B. “El río bajaba turbio”. C. “Felipe llamó insensatas a las chicas”. En algunas ocasiones el hablante puede evitar referirse al sujeto, siendo entonces el elemento que desempeña la función de complemento predicativo quien nos informa del género y del número de aquel. Esto no sucede cuando es al complemento directo al que está vinculado el complemento predicativo. Si eliminamos en los ejemplos anteriores los segmentos mencionados, obtendremos: A. “Saltó la primera” (sabemos que el sujeto es un femenino singular). B. “Bajaba turbio” (sabemos que el sujeto es un masculino singular). C. *“Felipe llamó insensatas” (la oración resultante es agramatical, no podemos prescindir del elemento que funciona como complemento directo). Adyacente nominal, adjetivo y adverbial.- Identificaremos como adyacente nominal a todos aquellos segmentos que dependan de un sustantivo o un pronombre; como adyacente adjetivo a los que lo hagan de un adjetivo; y como adyacente adverbial a los que dependan de un adverbio. Obsérvese que, con la excepción de estas funciones, todas las demás a las que nos hemos referido arriba relacionan a un elemento dependiente con un núcleo de tipo verbal (verbo, infinitivo, participio y gerundio). De este modo, la característica esencial de estas funciones sintácticas es su dependencia de un núcleo no verbal. Así, en los siguientes ejemplos, todos los elementos en negrita realizan alguna de estas tres funciones sintácticas: A. “El coche rojo va muy lento” [AN y AADJ]. B. “Uno, cansado de esperar, se marchó” [AN]. C. “El muchacho es demasiado simpático” [AADJ]. D. “Estamos muy cerca de conseguirlo” [AADV]. Si decidiésemos prescindir de los segmentos resaltados, nos daríamos cuenta de que el sentido de la oración no se ve afectado esencialmente: A. “El coche va lento”. B. “Uno se marchó”. C. “El muchacho es simpático”. D. “Estamos cerca”. En definitiva, los elementos que realizan la función de adyacente nominal, adjetivo o adverbial, no son imprescindibles para mantener el sentido de la oración en la que aparecen. [1] El asterisco (*) indica que la oración es incorrecta o inaceptable. [2] Se habla de elemento no marcado para referirse, dentro de una serie, a aquel elemento cuyo significado es más general y se usa en los casos donde desaparecen las diferencias entre los integrantes de la serie. Así, el género masculino es el no marcado en español, pues se usa en situaciones en las que es necesario referirse a un conjunto de elementos femeninos y masculinos, como cuando decimos “los romanos”, para referirnos a todos los ciudadanos de Roma, independientemente de su sexo, su edad o condición. [3] Siempre hay que tener en cuenta que la lengua es una institución social usada por distintas personas y así es posible que encontremos casos de leísmo referidos a animales que para el hablante tienen calidad humana y se refiere a ellos como a iguales. [4] Si la preposición a nos indujese a confusión entre las funciones de complemento directo y complemento indirecto podremos recurrir a la sustitución por los pronombres de complemento directo la o las. [5] En realidad son pocos los sustantivos que pueden realizar la función de complemento circunstancial sin ir precedidos de una preposición, reduciéndose los casos a una serie de términos referidos a nociones temporales, como los nombres de los días de la semana y otros términos como “víspera”, etc. [6]En esta oración son dos los complementos circunstanciales: “al kiosco” y “por los periódicos”. [7] Como en la oración B., dos son los complementos circunstanciales presentes en esta oración: “en la clase” y “diciendo tonterías”. 
“¿Por qué se a de seguir la opinión que fuere más común, no tiniendo fundamento de verdad, pues es cierto que el yerro común no a de establecer derecho forçoso?” Bartolomé Ximénez Patón El sustantivo.-Definición formal: El sustantivo puede definirse, formalmente, como la unión de un signo léxico, los morfemas de género y número, el signo morfológico artículo y, en algunos casos, de signos morfológicos derivativos. Sin embargo, en español se dan al menos cinco casos en los que el artículo puede no comparecer en el decurso: 1.- Los nombres propios: la mayoría de estos sustantivos no se combina con artículo. Esto podría explicarlo el hecho de que no es posible que sean otra cosa sino sustantivos y, por tanto, la presencia del artículo es innecesaria y la información que pueda aportar redundante. Como, por ejemplo, “Ricardo” o “Ponferrada”. 2.- Las combinaciones adjetivo no calificativo + sustantivo: el valor del artículo así como la información morfológica (género y número) son asumidos por el adjetivo. De este modo, “estas muchachas”, “un panadero”. 3.- Morfema de plural: cuando el sustantivo se combina con el morfema de plural, éste parece asumir el papel del artículo, aunque no impide su aparición. Es conocido el ejemplo de “Pasan vacas”. No importa que el sustantivo esté antes o después del núcleo verbal, importa que su morfema de número sea plural. El plural implica una cierta generalización e indefinición del referente. 4.- Función de complemento directo: cuando el sustantivo (en tanto núcleo de un sintagma nominal) funciona como complemento directo admite la ausencia de artículo (probablemente con sustantivos no contables), aunque no la exija. Así es posible: “Quiero pan” y “Quiero el pan”. 5.- Construcciones preposición + sustantivo: la identificación de estos segmentos como sustantivos obedece a su análisis sintáctico puesto que son núcleos susceptibles de verse matizados por adyacentes nominales. Por ejemplo: “Trata con imprudentes que asaltan bancos”. El morfema de género: El género es un accidente o morfema gramatical. Todo sustantivo posee este morfema (de manera general, cada sustantivo se combina con un solo género). En español distinguimos dos géneros, masculino y femenino[1], que se suelen asociar a las terminaciones /o/ y /a/, respectivamente, aunque no falten ejemplos en los que esto no sucede, como en “la moto”, “la mano” o “la foto”, o “el día”, “el mapa” o “el poeta”. El género, en cualquier caso, ha de considerarse un morfema utilizado en la construcción de sintagmas complejos puesto que establece una relación de concordancia entre el sustantivo y los elementos a él referidos. A menudo se confunden los conceptos “género” y “sexo”, confusión que lleva a términos sobradamente conocidos, como el de género “epiceno”, dicho de aquellos sustantivos que aluden indistintamente al macho y a la hembra de un ser sexuado. Así, “el águila” o “el mosquito”. Desde un punto de vista lingüístico, el primero es femenino y el segundo masculino, sin más consideraciones. Y, a pesar de todo lo dicho, al escribir sobre este morfema se acaba aludiendo a “la formación irregular” del femenino de algunos sustantivos, como las parejas “rey/reina”, “actor/actriz”. Más aún, es inevitable mencionar las parejas “toro/vaca” o “padre/madre”, que son distintos sustantivos usados para referirse a seres sexuados. En cualquier caso sí podemos apuntar algunas peculiaridades semánticas que puede aportar la variación de género. De este modo podemos referirnos a seis casos: 1. El sexo: “el modisto/la modista”, “el juez/la jueza”, “el gato/la gata”. 2. El tamaño: “el jarro/la jarra”, “el cubo/la cuba”, “el farol/la farola”. 3. Usuario e instrumento: “el trompeta/la trompeta”, “el espada/la espada”. 4. Árbol y fruto: “el cerezo/la cereza”, “el naranjo/la naranja”, “el castaño/la castaña”. 5. Distintos sentidos: “el corte/la corte”, “el frente/la frente”, “el cuadro/la cuadra”, “el punto/la punta”. 6. Ambigüedad: “el mar/la mar”, “el dote/la dote”. Una última consideración sobre este morfema: el género no marcado en español es el masculino, es decir, es éste el utilizado cuando nos referimos a las realidades que usan el género para distinguir sexo: “los padres”, “los gatos”, “los alumnos”. El morfema de número: En español se distingue singular (en general, la unidad) de plural (en general, varios). El significante utilizado para identificar el plural es /-s/, cuando el singular acaba en vocal átona, y /-es/, cuando acaba en consonante (excepto si ésta es /s/): “la casa/las casas”, “el gato/los gatos”; “el camión/los camiones”, “el reloj/los relojes”. En el caso de que el singular acabe en vocal tónica, se produce una fluctuación entre ambos formantes: “café/cafés”, “menú/menús”; y “jabalí/jabalís o jabalíes”. Si el sustantivo acaba en /s/, el morfema de número lo establece el artículo: “la crisis/las crisis”, “el lunes/los lunes”. Cuando el singular del sustantivo acaba en diptongo tónico, el plural lo forma mediante la adición de /es/: “el buey/los bueyes”, “la ley/las leyes”. Un último caso sería el de aquellos sustantivos cultos cuyo singular mantiene su forma original como el latino “el currículum” que puede formar un plural también culto, “los currícula”, u optar por una castellanización, “los currículos” [2]. Algunas peculiaridades del significado del morfema de número serían las siguientes: 1. Singularia tantum: se denomina así a sustantivos que sólo comparecen en el discurso en singular, como “el cénit”, “la salud”, etc. 2. Pluralia tantum: este sería el caso contrario, sustantivos que se combinan con plural exclusivamente, como “los víveres”, “las nupcias”, etc. 3. Sustantivos plurales cuyos referentes son objetos compuestos por dos partes simétricas: “las gafas”, “las tijeras”, “los pantalones”, etc. 4. Referentes equivalentes para el singular y el plural: “la/s escalera/s”, “la/s muralla/as”, etc. 5. Y finalmente, aquellos casos en los que el morfema de número expresa diferencias de tipo estilístico, como “la barba/ las barbas”, “la espalda/ las espaldas”. Semántica del sustantivo: Si nos fijamos ahora en las distintas clases de sustantivos que podríamos identificar de acuerdo con su significado, sería posible establecer, al menos, las siguientes: 1. Sustantivos “comunes” frente a “propios”: los primeros tendrían como referentes a todas las realidades de una misma clase, como “la mesa”, “la calle”, “la isla”. Frente a ellos, los segundos apuntan a un único referente al que así individualizan. Cuando el referente es una persona, se denominan “antropónimos” (como “Pedro”, “Noelia”); si es un lugar, “topónimos” (como “Sevilla”, “Miño”). 2. Sustantivos “concretos” frente a “abstractos”: los primeros se refieren a realidades perceptibles a través de los sentidos (“el perro”, “la casa”, “el café”), mientras que los segundos tienen como referente realidades intelectuales (“la belleza”, “la simpatía”). 3. Sustantivos “individuales” frente a “colectivos”: los primeros se refieren, en singular, a una realidad constituída por un solo elemento, como “la lata”, “la piedra”, “el alumno”; los segundos, en singular, aluden, sin embargo, a realidades conformadas por un grupo de seres, como “la arboleda”, “el enjambre”, “el alumnado”. 4. Sustantivos “contables” frente a “no contables”: los primeros hacen referencia a realidades que pueden ser contadas (“el dedo”, “la hoja”); los segundos se refieren a realidades que no pueden ser contadas (“el tiempo”, “el azúcar”, “el agua”). El pronombre.- Definición.- Los pronombres, que se distinguen de los sustantivos en el morfema de caso que incorporan algunos de ellos (los personales), en el morfema de persona y en su incompatibilidad con el artículo (no son una excepción los relativos ya que el artículo no forma parte del núcleo sino que es un transpositor), se comportan a todos los efectos como sustantivos. Son siempre núcleos de sintagma nominal y sus adyacentes realizan la función sintáctica de AN. A pesar de estar constituidos por un signo léxico, forman inventarios cerrados. En español podemos reconocer las siguientes clases de pronombres: personales, demostrativos, indefinidos, relativos, numerales e interrogativo-exclamativos. Pronombres personales.- Son los únicos elementos que conservan restos del morfema de caso en español, y poseen formas especializadas para distintas funciones sintácticas: SINGULAR | PLURAL | SUJETO | Yo | nosotros/as | CD/CI | me, (a) mí | nos | SUJETO | Tú | vosotros/as, ustedes | CD/CI | te, (a) ti | os | SUJETO | él, ella, ello | ellos, ellas | CD | lo (le), la, se | los, las, se | CI | le, se, (a) sí | les, se, (a) sí |
Como puede verse en el cuadro el pronombre personal tiene formas especializadas para las distintas funciones sintácticas o, lo que es lo mismo, se combina con el morfema de caso, además de los de género, número y persona. Esta característica del pronombre personal será de gran utilidad para identificar las funciones de sujeto, CD y CI: así, un posible sujeto de infinitivo podrá identificarse como tal si cabe su sustitución por un pronombre personal de sujeto; un sintagma funcionará como CD si es aceptable su sustitución por aquel pronombre personal de CD que comporta sus morfemas de género y número; y lo mismo puede decirse para la función de CI. Como vemos, las formas del pronombre personal son de suma importancia en los procedimientos de descubrimiento que pueden usarse en sintaxis. Pronombres demostrativos.- Esta clase de pronombres tiene una forma equivalente en el grupo de los adjetivos no calificativos. Si tenemos en cuenta que fonológicamente no pueden distinguirse los adjetivos de los pronombres[3] y que su forma es la misma (signo léxico + morfemas de género y número), sólo podemos recurrir a la sintaxis para establecer cuando estamos ante un pronombre o ante un adjetivo: puede decirse que son pronombres cuando constituyen el núcleo de un SN. El pronombre demostrativo tiene las siguientes formas en español: SINGULAR | PLURAL | este, esta, esto | estos, estas | Ese, esa, eso | esos, esas | aquel, aquella, aquello | aquellos, aquellas |
Pronombres indefinidos.- Hallaremos aquí multitud de formas. No siempre se establece una identidad formal entre el adjetivo y el pronombre: encontramos "ninguno", pronombre, pero "ningún", adjetivo; "cualquiera", pronombre (aunque también puede ser adjetivo en casos como “Una lata cualquiera”), pero "cualquier", adjetivo; también, sin embargo, hay formas que pueden ser pronombre o adjetivo, como "ninguna". En definitiva, habremos de recurrir de nuevo a la sintaxis, y así identificaremos como pronombres aquellos elementos que constituyen núcleo de SN. Pronombres relativos.- La característica que identifica a estos pronombres es sintáctica: todos ellos funcionan como transpositores del SV, todos ellos carecen de acento. Sus formas son: que, quien/-es y cuanto/-a; cuantos/-as. QUE: este pronombre es un transpositor de SV a SADJ, es decir, siempre hallaremos tras que un SV, y el conjunto de "que + SV" constituirá un SADJ. Así, en la frase "El poder que detentó los últimos años era falso", el SV "detentó los últimos años" funciona como AN gracias a la presencia de "que". Pero no es sólo un transpositor lo que analizamos, sino que es, también, un pronombre y en tanto que tal un núcleo de SN, lo que es lo mismo que decir que desempeña una función sintáctica: ésta hay que identificarla dentro del SV al que transpone. Pero "que" es invariable, no se manifiestan en él morfemas de género, número o persona, hemos de deducirlos de los del núcleo del SN del que depende [al que llamaremos antecedente], o, en aquellos casos en que es precedido por el artículo, es éste quien nos proporciona la información morfológica. En el ejemplo anterior, "que" será masculino, singular, tercera persona, al igual que el sustantivo "El poder" sobre el que incide. En "La que esté libre de culpa cobrará más", "que" será femenino, singular, tercera persona, como indica el artículo "la" que le precede. En cuanto a la función sintáctica desempeñada por "que" hemos de fijarnos de nuevo bien en el núcleo del SN del que depende, bien en el artículo si con él aparece combinado en el decurso. En el primer caso, podemos establecer la función sintáctica identificando la que desempeñaría su antecedente en el SV transpuesto por "que". En una frase como "Perdieron con los dados que estaban trucados", "que" desempeñaría la función de sujeto, es decir, la función que su antecedente, "los dados", desempeñaría en el SV transpuesto: "Los dados estaban trucados". Si "que" aparece precedido de artículo no hallaremos antecedente al que recurrir y habrán de ser los datos morfológicos suministrados por el artículo los que nos permitan identificar la función sintáctica. En "Llegaron los que faltaban", "que" funciona como sujeto como puede fácilmente verse al conmutar la forma "los" por "el": "Llegó el que faltaba", lo cual obliga al núcleo verbal a utilizar su forma de singular; no es aceptable *"Llegó el que faltaban". Otro aspecto que hay que tener en cuenta en el análisis del pronombre relativo "que" es su posible combinación con preposiciones. Si asumimos que "que + SV" = SADJ, hemos de prever la existencia de la combinación "artículo + que + SV" = SN, y de ahí a todas las combinaciones del SN, es decir, que así como aparece habitualmente "preposición + SN", de igual modo podemos encontrar "preposición + artículo + que + SV". En los casos en los que tal combinación se produce, la preposición es determinante para establecer la función sintáctica del SV transpuesto por "que", pero la función de éste dentro de ese SV puede o no verse influida por la preposición. En "Llevó a la que fue su novia", la preposición "a" es un índice funcional que nos permite identificar a "a la que fue su novia" como CD y no como sujeto, pero la función de "la que" es la de sujeto dentro del SV cuyo núcleo es "fue", no importando la presencia de la preposición "a" en este caso: la preposición afecta a la subordinada, pero no a la función sintáctica de “que”. Sin embargo, en "Este es el agujero por el que se fugaron", la preposición "por" no sólo sirve para señalar la función de CC de "por el que se fugaron"[4], sino que también nos obliga a identificar como CC la función sintáctica de "el que" dentro del SV transpuesto: "por el que" es CC dependiente de "se fugaron": aquí la preposición actúa sobre la subordinada y sobre el relativo. Otro caso sería aquel en el que la preposición afecta a la función sintáctica del relativo, pero no a la subordinada: “Manifestó de lo que es capaz un hombre decidido”, donde “de” incide sobre el relativo y le permite funcionar como AADJ de “capaz”, pero no actúa sobre la subordinada. Se produce una inversión de los elementos contiguos puesto que lo esperable sería la combinación “lo de que” y no la consagrada “de lo que”. Una última, e improbable posibilidad, es la de la comparecencia de dos preposiciones en el decurso, una que afecta a la subordinada y otra al relativo, como en “No quiero ver el ceño de al que la sangre ensalza”, donde “de” incide sobre la subordinada y “a” sobre el relativo, permitiendo la primera que estemos ante un AN, y la segunda marcando la función de CD de “que”. QUIEN: equivale a "el que" o "la que", así como la forma plural, "quienes", equivale a "los que" o "las que". El comportamiento sintáctico de “quien/es” es el mismo que el de sus equivalentes y puede deducirse de lo dicho para "que". CUANTO: este relativo, al igual que los pronombres demostrativos, ciertos numerales, los interrogativo-exclamativos y algunos indefinidos, es formalmente igual al adjetivo "cuanto". De nuevo hemos de recurrir a la función sintáctica desempeñada para discernir sus usos pronominales de sus usos adjetivos. Será pronombre cuando sea núcleo de un SN y desempeñe, por tanto, una función nominal. Lo habremos de identificar como adjetivo cuando su función sea adjetiva. En "Tenemos cuanto deseamos", "cuanto" es traspositor a SN del SV "deseamos", y dentro de éste desempeña la función de CD, es decir, es un SN y por tanto, formalmente lo consideramos pronombre. Pero en "Cuantos amigos tenía le traicionaron", donde "cuanto" sigue siendo transpositor a SN, pero dentro del SV transpuesto desempeña la función de AN de amigos, una función adjetiva, no pudiendo identificarse como pronombre sino como adjetivo. Pronombres interrogativo-exclamativos.- Estos pronombres son tónicos, frente a los anteriores, que eran átonos. Desempeñan funciones sintácticas nominales y por este motivo los reconocemos como pronombres. Pertenecen a este grupo qué, quién, cuál y cuánto[5]. También aquí hemos de distinguir usos pronominales de usos adjetivos, según la función sintáctica desempeñada. Las formas "qué", "cuál" y "cuánto" pueden llevar a cabo funciones nominales (serían pronombres) y funciones adjetivas (serían adjetivos). En las siguientes frases identificamos pronombres: "¿Qué te pasa?", "qué" es sujeto; "¿Cuál de ellos te pegó?", "cuál" es sujeto; "¿Cuántas han venido?", "cuantas" es sujeto. Pero podemos hallar casos como: "¿Qué libro has leído?", "qué" es AN; "¿Cuáles bebidas compraste?", "cuáles" es AN; "¿Cuánto dinero conseguiste?", "cuánto" es AN; estamos ante adjetivos, no ante pronombres. Por otro lado, estos pronombres pueden aparecer también como transpositores cuando se combinan con los llamados verbos de “lengua” o “pensamiento” (“decir”, “preguntar”, “exclamar”, “pensar”, “reflexionar”, etc.), incidiendo sobre un SV al que permiten funcionar como SN. Así, en “Desconocía quién era” o en “Entonces dijo qué pensaba de todo aquello”. Pronombres numerales.- También aquí nos encontramos con la coincidencia formal de adjetivos y pronombres de modo que, una vez más, será el análisis sintáctico el que establezca su identidad. Serán pronombres cuando constituyan el núcleo de un SN, como en “Suspendí cuatro”; y adjetivos cuando constituyan el núcleo de un SADJ, como en “Suspendí cuatro asignaturas”. El adjetivo.-Definición.- El adjetivo puede definirse como una de las dos clases de palabras que forma el núcleo del sintagma adjetivo, cuya función sintáctica exclusiva, y propia, es la de AN (adyacente nominal). Su estructura morfológica responde a la combinación de un signo léxico y los morfemas de género y número. Estos dos morfemas son aquí meros reflejos de los del sustantivo (o pronombre) del que depende o al que se refiere. Así, el adjetivo puede servirnos en ocasiones para identificar el género y el número de algunos sustantivos: “crisis aguda”, “paréntesis cuadrados” [6]. Respecto al género, las formas del adjetivo responden, en general, a: final en “o” (“bueno”), “e” (“vejete”), o consonante (“emisor”), para el masculino; para el femenino “a”. Sin embargo existe un grupo de adjetivos invariables respecto del género, es decir, que nos ofrecen una sola forma para el masculino y el femenino (“cortés”, “especial”). En algunos casos el adjetivo puede apocoparse, esto es, presentar un significante reducido: “el día bueno”/ “el buen día”; “el capítulo primero”/ “el primer capítulo”. Respecto al número, no es habitual que el adjetivo no contemple las variantes de singular y plural. Aunque se da algún caso, como “isósceles”. Clases.- Tradicionalmente se distinguen aquí dos grandes grupos, “calificativos” y “determinativos”. Sin embargo, no pocos autores han desconfiado de esta clasificación que se basa, en esencia, en un criterio semántico: “En puridad, todo es, según se mire, cualidad o determinación de la extensión en que se toma el significado del sustantivo”, escribe Alarcos Llorach. Mantendremos, de momento, esta clasificación tradicional y así definiremos los calificativos como aquellos que expresan una cualidad, como “bondadoso”, “frío”. Y los determinativos como aquellos que “presentan” y “precisan” al sustantivo o, más sencillamente, los que no expresan cualidad. También puede decirse que los adjetivos calificativos admiten cualquier posición respecto del núcleo nominal del que dependen, mientras que los determinativos, en caso de concurrencia con otro adjetivo, exigen estar antepuestos y nunca pospuestos a éste: “esta hermosa casa”, pero *”hermosa esta casa”. Los adjetivos calificativos.- Se puede afirmar que es posible identificar estos adjetivos desde el punto de vista semántico como aquellos que expresan una cualidad del sustantivo o pronombre al que se refieren. Desde un punto de vista formal, esta clase está integrada por aquellos elementos cuyo significante sólo se diferencia del significante del sustantivo por la ausencia o la presencia del artículo. Así, “blanco”, adjetivo, “el blanco”, sustantivo; “fuerte”, adjetivo, “el fuerte”, sustantivo. También es propio de los adjetivos calificativos el admitir la gradación, es decir, incrementos de carácter cuantitativo. No estamos ante formas diferentes o peculiares, sino sólo ante SADJs complejos, esto es, sintagmas cuyo núcleo aparece matizado por adyacentes que expresan contenidos de cantidad. En aquellos casos en los que el adjetivo no se ve incrementado por ningún elemento cuantificador, se dice que está en grado positivo. El grado comparativo se expresa mediante las combinaciones “más + adjetivo” (superioridad), “menos + adjetivo” (inferioridad) y “tan + adjetivo” (igualdad). En algunos casos encontramos restos del latín, es decir, el español ha conservado formas sintéticas latinas que expresan comparación: “mejor” / “más bueno”; “peor” / “más malo”, “mayor” / “más grande”; “menor” / “más pequeño”. También podemos hallar comparativos de origen culto como “interior”, “exterior”, “ínfimo”, “supremo”, “superior”, “óptimo”, “pésimo”. El grado superlativo puede aparecer como absoluto y presentarse de dos modos en el decurso: 1) analítico: su forma es “muy, harto, bien, extremadamente, etc. + adjetivo”; 2) sintético: se añaden al adjetivo los prefijos “super-, extra-, re-, requete-“ o los sufijos “-ísimo” o “-érrimo”. En este último caso encontramos algunos ejemplos de variaciones cultas como “crudelísimo / cruelísimo”, “fortísimo / fuertísimo” o “bonísimo / buenísimo”. También puede aparecer como superlativo relativo (o comparativo de excelencia) y presenta la forma “el más / menos + adjetivo + de...” [7]. Desde el punto de vista semántico suele distinguirse entre adjetivo con “valor especificativo” y adjetivo con valor “explicativo”. El primero sirve para segregar al sustantivo al que acompaña de un grupo. Así, en “Dame el libro rojo”, el adjetivo “rojo” identifica a un libro concreto y lo separa de los demás libros. En el segundo caso, el adjetivo es utilizado para expresar una cualidad o propiedad del sustantivo al que se refiere, pero no limita su aplicación referencial, como por ejemplo en “la suave brisa del mar”, donde “suave” nos informa de cómo es la brisa, pero no la diferencia de otros tipos de brisa. Son conocidos otros casos de combinaciones de adjetivo y sustantivo en los que la posición de aquel implica un llamativo cambio de significado del conjunto resultante. Así, “hombre pobre”/ “pobre hombre” o “criado viejo”/ “viejo criado”, etc. Podríamos decir que cuando el adjetivo va antepuesto quiere tener un carácter explicativo y constituye un, llamésmole, “epíteto contextual”, es decir, expresa una cualidad que se entiende como inherente a ese sustantivo concreto. Por contra, cuando aparece pospuesto parece imponerse el carácter especificativo. Los adjetivos determinativos.- Dentro de esta clase hemos de establecer distintos grupos de acuerdo con su significado y sus formas, a saber: demostrativos, posesivos, numerales, indefinidos, relativos e interrogativo-exclamativos. Los adjetivos demostrativos: Constituyen un sistema de tres elementos, “este, ese y aquel” que poseen variación de género y número. Es necesario considerar aquí algunos conceptos lingüísticos que permiten explicar de manera adecuada la significación de estos adjetivos y de otros elementos. Nos referimos a la deixis. Ésta consiste en indicar “la situación de lo referido en el espacio o en el tiempo, bien reales, contextuales o mentales”. En relación a la primera (emisor), segunda (receptor) y tercera (lo demás), la lengua codifica referencias señalativas o deícticas mediante series de elementos que marcan los ámbitos de cada una de ellas. Así, con los demostrativos “este/ese/aquel” se alude a esferas menos o más alejadas del hablante. Lo mismo sucede con la serie de adverbios “aquí/ahí/allí”. También es necesario considerar las llamadas relaciones “anafóricas” y “catafóricas”. En el primer caso se trata de la alusión del demostrativo a una información que ha aparecido previamente en el discurso: “Pepe tiene una gata y una perra; estos animales tienen un carácter opuesto”. En el segundo tipo de relaciones, el demostrativo se refiere a algo que comparecerá posteriormente en el texto: “Yo nunca olvido estas cosas: la estupidez malvada y la arrogancia injustificada”. Volviendo a los adjetivos demostrativos, estos tienen esencialmente un valor deíctico, situando los sustantivos a los que modifican en un ámbito más o menos próximo al hablante: “Este libro/ese libro/aquel libro”. Sus formas son: este/esta/esto/estos/estas; ese/esa/eso/esos/esas; aquel/aquella/aquellos/aquellas. Su función sintáctica es siempre la de adyacente nominal (AN). Los adjetivos posesivos.- Expresan una relación de propiedad o pertenencia entre el objeto al que se refieren y las distintas personas gramaticales. En los adjetivos posesivos encontramos los morfemas de género, número y persona. Además distinguen entre uno y varios poseedores. Se pueden dividir en dos grandes grupos: el primero estaría constituido por aquellas formas que siempre funcionan como adyacente nominal, y el segundo por aquellas que, además, pueden aparecer en el decurso como atributo. Una curiosidad de este tipo de adjetivos determinativos es que se asemejan a los calificativos en lo que se refiere a sus correspondientes formas de carácter nominal: así, pasan a ser sustantivos mediante la adición de artículo, y no pronombres, al constituirse en núcleos de SN: “suyo”, adjetivo; “el suyo”, sustantivo. AN | AN y ATRIB | singular | plural | singular | plural |
masculino | femenino | masculino | femenino | Un poseedor | 1ª | Mi | mis | mío | mía | míos | Mías | 2ª | Tu | tus | tuyo | tuya | tuyos | Tuyas | 3ª | Su | sus | suyo | suya | suyos | Suyas | | 1ª | nuestro/as | nuestros/as | nuestro | nuestra | nuestros | Nuestras | 2ª | vuestro | vuestros/as | vuestro | vuestra | vuestros | Vuestras | 3ª | Su | sus | suyo | suya | suyos | Suyas |
Adjetivos numerales.- Este tipo de adjetivos expresa cantidad de manera precisa. Se suelen organizar en tres grupos: 1) ordinales: significan orden, como “primero, segundo, etc.”; 2) cardinales: se corresponden con la serie de los números naturales, como “uno, dos, tres, etc.”; y 3) partitivos: se refieren a las partes en las que se divide un todo, como “medio, tercio, etc. Una parte de estos adjetivos se comporta como los calificativos a la hora de constituirse en núcleos de sintagma nominal, es decir, mediante el artículo dejan de ser adjetivos y pasan a ser sustantivos: “primero”, adjetivo, “el primero”, sustantivo; “tres”, adjetivo, “el tres”, sustantivo. Pero otra parte, además, sigue el modelo común de compartir significante el adjetivo determinativo y el elemento nominal, que no se resuelve entonces en forma de sustantivo, sino de pronombre: “Vinieron dos hombres” (“dos” es adjetivo) y “Vinieron dos” (“dos” es pronombre). Adjetivos indefinidos.- Este tipo de adjetivos determinativos suele indicar cantidad de manera imprecisa o vaga. Pueden distinguir género y número, como “otro/a/os/as”, “mucho/a/os/as”; sólo número, como “cualquiera/cualesquiera, quienquiera/quienesquiera”; sólo género, como “varios/as”; o ser invariables, como “más, demás, menos...”. Adjetivos relativos.- Existen en español dos adjetivos determinativos relativos, “cuyo/a/os/as” y “cuanto/a/os/as”. Ambos actúan como transpositores de un SV a SADJ y SN, respectivamente, funcionando, en tanto que adjetivos, como ANs. Así, en “El joven cuyo nombre ignoras estudió conmigo” o en “Cuantas bromas gasta acaban en tragedia”, donde “cuyo” y “cuantas” son transpositores y funcionan como ANs. Adjetivos interrogativo-exclamativos.- A diferencia de los anteriores, estos adjetivos son tónicos y pueden ser transpositores o no. En castellano nos encontramos con “cuánto/a/os/as” y “qué”. Siempre funcionan como ANs. De este modo, podemos encontrarnos con oraciones como las siguientes: “Qué hora es” o “Cuántas toneladas sacamos al día de este pozo” (no son transpositores); pero también “Me dice qué hora es” o “Me preguntó cuántas toneladas sacamos al día de este pozo” (aquí sí son transpositores). El adverbio.-Definición.- El adverbio puede definirse como aquella clase de palabras que presenta un significante, en general, invariable y cuyas funciones sintácticas propias son las de adyacente adjetivo y adyacente adverbial. Sin embargo, a menudo la mayor parte de los adverbios suelen aparecer como complementos circunstanciales, es decir, actuando sobre un núcleo de carácter verbal. Clases.- Las clasificaciones que a lo largo de la historia se han ofrecido sobre el adverbio son de lo más variado. El número de clases distinguidas tiene que ver a menudo con la imitación de los modelos grecolatinos y con el mayor o menor ingenio del gramático para segregar diferentes clases según distintos matices semánticos (véanse las propuestas de algunos autores que llegan a identificar más de treinta clases distintas). Un gramático español del siglo XIX, el señor Salvá, se negó a introducir en su obra clasificación alguna, arguyendo que esa era una cuestión propia de la filosofía, no de la gramática. No obstante, de tener que sucumbir a la exigencia de proponer una clasificación, valga la ofrecida por Alarcos Llorach: 1) de tiempo (como ahora, antes, después, tarde, luego, ayer, etc.), 2) de lugar (como aquí, cerca, lejos, fuera, etc.), 3) de modo (como así, bien, mal, lentamente, etc.), 4) de cantidad (como tanto, mucho, demasiado, casi, etc.), 5) de afirmación (como sí, también, asimismo), 6) de negación (como no, tampoco), 7) de duda (como acaso, quizá). Otra clasificación posible, pero no apoyada en criterios semánticos, sería la que distingue entre adverbios “demostrativos” (como aquí, entonces, ahora, así), “relativos” (como donde, como) e “interrogativo-exclamativos” (como dónde, cómo, cuándo, etc.). El verbo.-Definición.- El verbo debe definirse como la combinación de un lexema (más morfemas derivativos en su caso) y los morfemas de persona, número, tiempo, modo y aspecto. También puede definirse como aquel elemento que se constituye en núcleo del sintagma verbal. No es extraño encontrar referencias que identifican al verbo con aquello que indica acción, proceso, estado o movimiento. A lo largo de la historia se han propuesto numerosas clasificaciones de los verbos de acuerdo con su significado. La heterogeneidad de los criterios manejados hace que sean clasificaciones que nos ofrecen, en realidad, una terminología que identifica diferentes comportamientos sintácticos o ciertas peculiaridades semánticas. En uno y otro caso no inciden de manera relevante en la sintaxis y, además, el uso, tanto popular como literario, a menudo las desacredita. Por ejemplo, el verbo ‘amanecer’ aparece normalmente como impersonal, pero no es extraño escuchar expresiones del tipo “Los fines de semana amanezco pasadas las dos”. Sin embargo, a título informativo, vamos a referirnos a distintos términos conocidos que pretenden identificar o definir diferentes clases de verbos. Debe considerarse muy popular la oposición entre ‘transitivos’ e ‘intransitivos’, los primeros capaces de combinarse con la función de CD y los segundos no: por ejemplo, “Mariano lee muchos libros” o “Mariano lee” (“lee” es ‘transitivo’); “Catalina sonrió” (“sonrió” es ‘intransitivo’) . También son conocidas las expresiones ‘reflexivo’ y ‘recíproco’, que sirven para identificar aquellos verbos en los que el sujeto y el CD coinciden en un mismo referente (los primeros), y aquellos en los que lo expresado por el verbo afecta a los distintos referentes incluidos en el sujeto (los segundos): así, “Tú te afeitas”, donde “afeitas” se considera ‘reflexivo’ puesto que el referente del sujeto y el del CD es el mismo, “tú”; y “Jerónimo y Domitila se quieren”, entendiéndose que el uno quiere al otro y el otro al uno. Otro término con el que nos solemos encontrar es el de ‘impersonal’ para referirse a verbos que sólo aparecen en infinitivo o en tercera persona de singular, pero que no parecen admitir sujeto, como “Llueve mucho” o “Ahora anochece muy pronto”. Otros autores se han fijado en el llamado “modo de acción” ( aktionsart) para proponer una clasificación más coherente. De este modo distinguen entre verbos ‘incoativos’: refieren el inicio de una acción o una evolución de un estado a otro, como “florecieron”, “nacía”, etc.; ‘frecuentativos’ o ‘iterativos’: expresan un hecho que se repite, como “tuteas”, “castañeteaban”, etc.; ‘perfectivos’: verbos que refieren hechos que necesitan llegar a un término, como “besaba”, “saltó”, etc.; e ‘imperfectivos’, aquellos que no necesitan de un término final para expresar el hecho de modo completo, como “oíamos”, “sabe”, etc. [8]Persona y número.-En el signo morfológico del verbo se manifiestan variaciones de los morfemas de persona y número, que nos permiten identificar la función sintáctica de sujeto y hacen referencia a un ente comprometido en la actividad o el proceso designado por el signo léxico del verbo. Los morfemas de persona y número no son exclusivos del verbo, puesto que afectan también a otras clases de palabras. El modo.- Se suele distinguir entre el dictum (o contenido de lo que se comunica) y el modus (o manera de presentarlo según nuestra actitud psíquica). Los procedimientos gramaticales que denotan la actitud del hablante respecto de lo dicho, constituyen las variaciones morfemáticas del verbo conocidas como modos. Si descartamos la existencia de otras distinciones modales, el paradigma del modo en español se limita a tres series distintas, que son los modos imperativo, indicativo y subjuntivo. El primero se identifica con la función apelativa del lenguaje. Respecto a los otros dos, ha habido numerosas propuestas para explicar el significado que aporta el subjuntivo frente al indicativo. Según se haya prestado mayor o menor atención a unos u otros entornos en los que cada modo se emplea, el subjuntivo se ha descrito como el modo de la no-realidad (Alarcos Llorach), de la incertidumbre (Badía Margarit), de la subjetividad (Hernández Alonso), de la futuridad indefinida ((Beardsley), de lo prospectivo (Charaudeau), etc., frente al indicativo, modo de la realidad, de la objetividad, de lo seguro o de lo actual. Tiempo.- La temporalidad lingüística presenta dos características fundamentales: a) Se basa en el establecimiento de un punto cero, que coincide habitualmente, pero no de manera forzosa, con el momento de la enunciación. b) Frente a la linealidad y el carácter irreversible del tiempo físico, el lingüístico consiste en la situación de los acontecimientos en una zona anterior, simultánea o posterior en relación al punto central. Lo fundamental es , por tanto, la ‘orientación’ directa o indirecta de los acontecimientos con respecto al punto cero. Es lo mismo que referirse a la perspectiva desde la que el hablante propone lo enunciado. El tiempo lingüístico puede, así, ser provisionalmente representado como una línea con un punto central (O), doblemente orientada y abierta por ambos extremos, en la que los acontecimientos pueden ser situados en la zona de lo anterior (A), simultáneo (S) o posterior (P) al punto cero[9]: ----------------------------------------------------O----------------------------------------- A S P Respecto a la semántica de los distintos tiempos verbales, es necesario hacer las siguientes consideraciones: Presente de indicativo: enuncia una acción simultánea al punto cero, ni pasada, ni futura. Aún así, se distinguen distintos valores de este tiempo de acuerdo con la localización de ese punto cero: 1) “presente actual”: se considera lo expresado por el verbo realizándose en el mismo momento en que se habla, sin idea de duración: “Pedro cierra la ventana”; 2) “presente habitual”: se utiliza para referirse a un hecho cotidiano, periódico: “Me levanto a las seis y media todos los días”; 3) “presente gnómico”: sirve para expresar algo intemporal y, en consecuencia, se utiliza en definiciones, aforismos, máximas, etc.: “La tierra es un planeta”. En otras ocasiones el hablante puede situar el punto cero de modo y manera que el presente adquiera valores que nos remitan a un tiempo cronológico pasado o futuro: 1) “presente histórico”: aquí el hablante desplaza el punto cero hacia el pasado cronológico quizá con el fin de aproximarlo al momento de la enunciación y así hacer más próximo e inmediato lo narrado: “Colón descubre América en ; 2) “presente con valor de futuro”: aquí podemos distinguir tres posibilidades significativas: a) “de inminencia”, el hablante propone lo expresado por el verbo como contemporáneo: “Un día de estos voy a verte”; b) “deliberativo”, el hablante expresa duda: “No sé qué hacer”; c) “imperativo”, en este caso se usa el presente con valor apelativo: “Vas a casa y estudias”. Pretérito imperfecto de indicativo: lo expresado por el verbo se propone en su desarrollo, situado en la zona de lo anterior al punto cero. A menudo el imperfecto expresa simultaneidad con respecto a otra forma verbal situada en el pasado: “Yo me tomaba un café cuando me llamó”. Parece presentar una acción que no avanza y transmite así cierta sensación de estatismo lo que lo hace muy apropiado para las descripciones. Este matiz de simultaneidad hace que sus valores se aproximen mucho a los del presente y así podemos encontrarnos casos en los que expresa “simultaneidad puntual” (“Se calló cuando yo entraba”), “duración” (“El año pasado vivía en Barcelona”), “acción habitual” (“El mes pasado jugábamos todos los miércoles”) o “hechos intemporales” (“Los indios creían que los españoles eran los dioses que regresaban a su tierra”). En determinadas situaciones, el imperfecto puede presentar los siguientes valores: 1) “de cortesía”: “¿Qué deseaba usted?”; 2) “de conato”: propone una acción sólo intentada que se presenta como inminente: “Me encuentra usted por casualidad porque ya me marchaba”; 3) “de contrariedad”: expresa disgusto ante una acción que hace imposible lo expresado por el imperfecto: “Ahora que estudiaba con entusiasmo se acaba el curso”; 4) “de apertura”: aparece al inicio de un relato: “El muchacho llegaba tarde otra vez. Cuando se lo dije...”; 5) “de cierre”: sirve para cerrar el relato: “Se enfadó y salió dando un portazo; sin embargo, al poco tiempo volvía como si nada hubiese sucedido”; 6) “con valor condicional”: propio del registro coloquial, aparece en subordinadas condicionales y concesivas: “Aunque lo supiera, no te lo decía”; y 7) “de ficción”: aparece en los juegos infantiles: “Yo era Gasol y tú Romay y yo metía otra canasta”. Pretérito perfecto simple o pretérito indefinido: es en esta forma verbal donde podemos identificar el morfema de aspecto ya que posee aspecto perfectivo, es decir, expresa acción definitivamente terminada, frente al imperfecto de indicativo, que tiene aspecto imperfectivo: “Yo estuve en Cáceres” (y no se pretende añadir nada más), frente a “Yo estaba en Cáceres” (que invita a añadir más información dentro de ese mismo fragmento temporal). El efecto que produce su uso es de dinamismo, ya que sugiere el carácter sucesivo de las acciones y lo hace idóneo para su uso en la narración. Futuro imperfecto de indicativo: este tiempo expresa una acción localizada después del punto cero. Pero, además, puede presentar los siguientes valores: 1) “de obligación”: expresa mandato: “Te irás ahora mismo”; 2) “de conjetura o probabilidad”: expresa suposición: “Habrá unos diez kilómetros hasta el próximo pueblo”; 3) “de incertidumbre”: “¿Quiénes serán esos?”; 4) “de cortesía”: “Ustedes dirán qué desean”; 5) “de atenuación”: “Te diré que eso es insoportable”. Condicional simple: expresa posterioridad respecto a una referencia anterior al momento del habla. Podría decirse que se trata de un “futuro del pasado”, como en “Me dijo que vendría”, donde “vendría” expresa una acción posterior a “dijo”. A menudo este tiempo es usado en oraciones que contienen una subordinada condicional y, en estos casos, expresa simultaneidad o posterioridad sometida al cumplimiento de la condición: “Si yo fuera rico no trabajaría en esto”. También podemos identificar dos valores peculiares de su uso: 1) “de conjetura o probabilidad”, referido al pasado o al futuro: “Tendría entonces trece años”, “Este mes cumpliría dieciocho años”; 2) “de cortesía”, con valor de presente: “¿Podría decirme qué hora es?”. Presente de subjuntivo: expresa una realidad posible simultánea, “Prefiero que no salgas”, o posterior, “Quiero que lo traigas mañana”. Pretérito imperfecto de subjuntivo: este tiempo verbal puede expresar: 1) “anterioridad” al momento del habla, como en “Quizá se lo dijeran”; 2) “simultaneidad” con respecto a una referencia anterior al momento del habla, como en “Me disgustó que se marchara”; y 3) “posterioridad” con respecto a una referencia anterior, como en “Le pedía que se marchara”. Futuro imperfecto de subjuntivo: se puede afirmar que esta forma verbal ha visto reducido su ámbito de uso a contextos arcaizantes y al lenguaje jurídico. Expresa, en general, una acción virtual posterior: “Quien declarare en falso será acusado de perjurio”. Imperativo: tiene un valor de presente y se utiliza para expresar orden o mandato. Sólo se combina con segunda persona y no puede usarse en forma negativa. Cuando estos valores pretenden utilizarse referidos a la primera o a la tercera persona, se recurre a las formas de presente de subjuntivo. El imperativo y las formas de subjuntivo, cuando comparten con él sus valores, exigen que los pronombres átonos aparezcan pospuestos: “Cómpralo”, “Dádmelo”, “Comprémoslo”, “Dénmelo”. Las formas verbales compuestas: estas formas se distinguen de las simples porque expresan anterioridad respecto a éstas, es decir, se refieren a un periodo precedente al expresado por sus correspondientes formas simples. Esta diferencia entre simples y compuestas es no pocas veces interpretada como aspectual, entendiendo que las primeras, con la excepción del pretérito indefinido, expresan una idea no acabada o imperfecta, frente a las segundas que expresarían una idea acabada o perfecta. Aspecto.- En español, en sentido estricto, sólo dos formas verbales se oponen por medio de este morfema, el pretérito imperfecto de indicativo y el pretérito perfecto simple. El primero posee aspecto “no perfectivo”, es decir, propone acciones que no se dan por terminadas y que permiten la inclusión de otras referencias temporales; frente a éste, el segundo posee aspecto “perfectivo”, esto es, expresa acciones concluidas, terminadas. Así, la forma “cantabas” permite construcciones como “Cuando cantaba apareció su padre”; esto no sucede con “canté”: *“Cuando cantó apareció su padre”. Obsérvese, asimismo, la diferencia de significación entre las dos frases siguientes: “Ayer se celebraba una reunión” (pudo celebrarse o no); “Ayer se celebró una reunión” (se llevó a cabo tal reunión). La voz o diátesis.- La voz, o diátesis, hace patente el tipo de relación que se establece entre el significado de la raíz [10] y el morfema de persona que identifica al sujeto. En español la expresión de los contenidos “activo” y “pasivo” no afecta a la estructura morfológica de la forma verbal, ni a la estructura sintáctica del enunciado. Es una cuestión semántica. Perífrasis verbales.-Las perífrasis verbales constituyen núcleos oracionales, o sintagmáticos, en los que interviene una forma verbal conjugada y un infinitivo o un gerundio. El primero se denomina “auxiliar” y es el que marca las concordancias de persona y número. El segundo miembro de la perífrasis se llama “auxiliado” y es el que selecciona los adyacentes verbales (con excepción, por supuesto, del sujeto). La significación del primero modifica o matiza la noción del auxiliado, mientras que éste determina sintácticamente a aquél. Para poder hablar de perífrasis verbal ha de entenderse que ambos términos funcionan como un todo, es decir que ninguno de ellos puede desaparecer sin que se produzca una secuencia agramatical o que carezca de sentido. Por ejemplo, “María suele venir por aquí”; no cabe *“María lo suele”. De este modo podríamos distinguir los siguientes casos: 1) Perífrasis con infinitivo: las más habituales se forman con los verbos “poder” y “soler”, pero tampoco son extrañas las formadas con “deber”: “Puede estar cansada”; “Suele pasear por aquí”; “Debes leer ese libro”. También podemos encontrar perífrasis con la forma “haber/tener + que + infinitivo” y “haber/deber + de + infinitivo”: “Había que hacer el trabajo”; “Tenía que hacer el trabajo”; “Ha de seguir mis consejos”; “Deben de ser las diez”. 2) Perífrasis con gerundio: aquí podrían considerarse como tales combinaciones del tipo “Andar/ir/venir/seguir + gerundio”: “Anda persiguiendo fantasmas”; “Iba terminando su trabajo”; “Viene cantando un romance antiguo”; “Sigue protestando en el pasillo”. En cualquier caso hay que ser muy precavido a la hora de identificar la combinación de una forma verbal conjugada y un infinitivo o un gerundio como perífrasis, ya que en no pocos casos quizá todavía los dos integrantes de tal combinación mantengan una cierta independencia semántica y sintáctica. Formas no personales.- Las llamadas formas no personales, o no conjugadas, del verbo no pueden considerarse, estrictamente, “verbo” puesto que desconocen los morfemas de “tiempo”, “modo” y “persona” que permiten definir a este. Se trata de elementos que se situan a medio camino entre el verbo (con el que comparten su valor semántico y su valencia sintáctica) y el sustantivo (el infinitivo), el adjetivo (el participio) y el adverbio (el gerundio), con los que comparten su valor sintáctico. Podrían considerarse las formas no personales como un sistema de tres miembros positivo, negativo y neutro de una sola dimensión, en cierto modo aspectual: + o - pensado pensar pensando Donde el miembro positivo sería el “participio”, por indicar el proceso con su término (su límite); miembro negativo el “gerundio”, por indicar el proceso sin su término; miembro neutro el “infinitivo”, por indicar el proceso sin atender a la posibilidad de término, esto es, en reposo. El infinitivo, pues, es la forma no personal más general, al expresar el proceso en reposo, sólo como simple potencia realizable. Es la forma virtual por excelencia, la más abstracta, y no en balde es la forma escogida por los diccionarios como representante de la conjugación[11]. Elementos de relación.- Definición.- Con la expresión elementos de relación nos referiremos a las llamadas preposiciones y a las conjunciones, así como a las combinaciones de elementos que equivalen a estas y que son denominadas locuciones preposicionales y conjuntivas. Las preposiciones.- Estamos ante un grupo de palabras consideradas morfemas independientes y que actúan como elementos subordinantes. Pueden ser transpositores o no. Son las siguientes: a, ante, bajo, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sin, sobre y tras. Formas arcaicas, hoy en desuso, son cabe (‘junto a’) y so (‘bajo’). Deben considerarse también preposiciones durante y mediante. Asimismo, algunos usos de como puede afirmarse que son preposicionales. Por otro lado, existen las llamadas locuciones preposicionales, conjuntos de dos o más palabras equivalentes a una preposición, fijados ya en la lengua, como, por ejemplo, junto a, acerca de, con objeto de, gracias a, en torno a, respecto de, en virtud de, etc. Las conjunciones.- Al igual que las preposiciones, también se trata de morfemas independientes, pero aquí nos encontramos con elementos que subordinan y otros que coordinan. A estos se les denomina conjunciones coordinantes y actúan como conectores de segmentos equifuncionales o equicategoriales. A aquellos se les denomina conjunciones subordinantes y actúan como transpositores. También en este caso hallamos las llamadas locuciones conjuntivas, es decir, combinaciones de dos o más palabras, fijadas en la lengua, y que equivalen a una conjunción a todos los efectos. Así, serían coordinantes locuciones como así que, ya...ya, etc., y subordinantes puesto que, si bien, aun cuando, a fin de que, etc. Las conjunciones y locuciones conjuntivas coordinantes pueden clasificarse en: 1) “Copulativas”: se utilizan para unir dos o más elementos con carácter de adición, como y (e), ni, tanto...como, etc. 2) “Disyuntivas”: el sentido aportado a la unión por este tipo de conjunciones es de incompatibilidad entre los términos unidos o de equivalencia. Lo son o (u), o bien, ya...ya, es decir, esto es, tan pronto...como, etc. 3) “Adversativas”: unen dos elementos que expresan ideas contrapuestas. Así, por ejemplo, pero (mas), sino, sino que, aunque, sin embargo, no obstante, etc. 4) “Consecutivas”: unen dos términos de modo y manera que uno es consecuencia del otro. Son conjunciones y locuciones consecutivas luego, con que, así que, así pues, de modo que, etc. Oraciones simples.- Entenderemos aquí por oraciones simples aquellas estructuras sintácticas en las que sólo aparece un verbo conjugado en torno al cual se organizan el resto de los elementos. Fijándonos en su significado, podríamos clasificar este tipo de oraciones en: 1) Aseverativas: “son aquellas en que afirmamos o negamos la realidad de un hecho [indicativo] o la posibilidad del mismo [subjuntivo]”. Por ejemplo: “No tolero su actitud”; “Quizás llegara tarde por los excesos del día anterior”. 2) Interrogativas directas: en este tipo de oraciones expresamos un estado intermedio entre la afirmación y la negación, es decir, el hablante expone su duda acerca de algún elemento de la oración. Se construyen con pronombres, adjetivos y adverbios interrogativos, como: quién: pronombre interrogativo, como en “¿Quién ha venido?”; qué: pronombre o adjetivo interrogativo, como en “¿Qué sucede?” o “¿A qué vienes?” o “¿Qué libro quieres?”; cuál: pronombre o adjetivo interrogativo, como “¿Cuál es el jefe?” o “¿Cuáles estarán las mismas tinieblas?” o “¿Cuál hombre es éste?”; cúyo: pronombre o adjetivo interrogativo, equivale a “¿de quién?”, como en “¿Cúyo es este examen?” o “¿Cúya culpa ha sido?”; cuánto (cuán): pronombre, adjetivo y adverbio interrogativo, como “¿Cuántos vienen?” o “¿Cuántas cajas hay ahí?” o “¿Cuánto se equivocó?”; dónde (adónde, dó [poético]): adverbio interrogativo, como “¿Dónde estamos?” o “¿Adónde vamos?” o “¿Dó iremos?”; cuándo: adverbio interrogativo, como “¿Cuándo acabará este curso?”; cómo: adverbio interrogativo, como “¿Cómo has aprobado?” 3) Interrogativas dubitativas: “corresponden a las aseverativas que expresan el hecho como probable, y son aquellas en que uno se hace la pregunta a sí mismo, manifestando a la vez la duda e incertidumbre que tiene acerca de lo que pregunta”. Por ejemplo, “¿Será verdad todo eso?” o ¿Quién podía pensar semejante barbaridad?” 4) Admirativas o exclamativas: en ellas “manifestamos la sorpresa o admiración que nos causa el juicio formado por nuestra mente”, como en “¡Cómo llueve!” o “¡Parece mentira su desfachatez!” 5) Desiderativas: “Con estas oraciones expresamos el deseo de que se verifique o no un hecho”, como “Ojalá tengas suerte” [se utilizan el presente o el pretérito imperfecto de subjuntivo]. 6) Exhortativas: “son las que indican exhortación, mandato o prohibición”, como “Tengamos la fiesta en paz” [exhortación], “Estudiad todo” [mandato], “No estudiéis ese tema” [prohibición]. Oraciones compuestas.- La diferencia entre oraciones simples y compuestas radica en el número de verbos nucleares que comparecen en el decurso, sólo uno en el caso de las primeras y dos o más en el de las segundas. Hablaremos de oraciones compuestas cuando nos encontremos ante dos o más verbos nucleares que podrían constituir, junto con sus adyacentes, por sí mismos oraciones simples, con sentido pleno. Habitualmente se utilizan conjunciones coordinantes para conectar entre sí estas oraciones, pero cuando no aparecen los mencionados elementos de relación utilizaremos el término de yuxtaposición para referirnos a la relación entre ellas. Clases de oraciones coordinadas según la índole y naturaleza de la relación que tienen entre sí las oraciones coordinadas: Coordinación copulativa: “consiste en enunciar dos o más oraciones, una a continuación de otra, enlazándolas con las conjunciones copulativas y (e), ni. Así, por ejemplo, “Carlos escribe y Pedro dibuja” o “Ni estos estudian ni aquellos trabajan”. Coordinación disyuntiva: “une dos oraciones que expresan juicios que no pueden ser verdaderos o verificarse a un mismo tiempo”. La conjunción empleada aquí es o (u). Como en “No sé si iré a la fiesta o me quedaré en casa”. Dentro de la coordinación disyuntiva hemos de referirnos a oraciones llamadas enumerativas o distributivas: “son aquellas en que presentamos una detrás de otra, como contrapuestas o en parangón, varias oraciones que pueden tener elementos comunes”. Se suele recurrir a parejas de palabras como uno...otro, éste...aquél, cual...cual, bien...bien, ahora...ahora u ora...ora, etc. Coordinación adversativa y correctiva: se unen dos oraciones que expresan ideas opuestas o contrarias. Las conjunciones empleadas son pero, mas, sino, empero, aunque y antes; también se usan en español la locución fuera de y los adverbios excepto, salvo y menos. Así, por ejemplo, en “Estudié toda la noche pero (mas) no aprobé” o “No quiero que venga sino [quiero] que no vuelva”; también “Aunque explicaba los conceptos más difíciles, eran empero aquellas palabras eficaces” o “El autor nació en Teruel, aunque se ignora el año” o “No tuvo miedo, antes quiso entrar”. Coordinación causal: une dos oraciones de modo que una de ellas expresa la causa de la otra. Las conjunciones simples utilizadas son que, pues y ca, como en “esfuérzate que el estudio siempre obtiene recompensa”, o en “Sufre la pena, pues cometiste la culpa”. Coordinación consecutiva: las conjunciones coordinantes consecutivas, llamadas también ilativas, son pues, luego y con que. Algunos ejemplos como “Pienso luego existo”, “No quiere seguir tus consejos, pues algún día se arrepentirá”, “Tengo mucha prisa, conque acabe de una vez”. Oraciones complejas.- Denominaremos así a aquellas oraciones en las que uno de los núcleos verbales es principal y el otro núcleo verbal (o los otros) está subordinado a algún elemento. De acuerdo con esto, la oración subordinada puede ser adjetiva, adverbial o nominal, según la función sintáctica que realice y, en su caso, teniendo en cuenta la posibilidad de sustitución por un adjetivo, un adverbio o un sustantivo (o pronombre). Subordinadas adjetivas o de relativo: hablaremos de este tipo de oraciones cuando identifiquemos un sintagma verbal que realiza una función adjetiva. Desde el punto de vista semántico, y al igual que los adjetivos calificativos, se clasifican en especificativas y explicativas. Las primeras (llamadas también determinativas) “determinan al antecedente, especificándolo”. Suelen ir unidas íntimamente al mismo, como en “Todas las casas que hemos visto son pequeñas”, donde el SV “que hemos visto” segrega del conjunto de todas las casas aquéllas que hemos visto. Por otro lado, la eliminación de este sintagma de carácter especificativo implicaría un cambio de significado en la oración resultante: “Todas las casas son pequeñas”. No sucede así cuando estamos ante una subordinada adjetiva explicativa (también llamada incidental), la cual indica una cualidad propia y característica de su antecedente: “Pepe, que es muy alto, no sabe jugar al baloncesto”. Si eliminamos el SV “que es muy alto” no se ve alterado en absoluto el signifcado de la oración resultante, que coincide esencialmente con la original: “Pepe no sabe jugar al baloncesto”. Además, este tipo de subordinadas explicativas aparecen (o deben aparecer) entre pausas. Fijémonos ahora en los relativos. El más usado es sin duda el prombre que, como en “El periodista que tú conoces es muy ingenuo”; pero también encontraremos adverbios relativos como donde y como: “Esa es la casa donde nací” o “El modo como trata estos asuntos no me parece correcto”; el cual (y sus variantes de género y número) que en ocasiones equivale al que relativo: “Estuvo esperando a Pedro, el cual [que] llegó tarde”; en otros casos parece equivaler a quien, como en “Saludé a tu primo, al cual [a quien (referido a personas), al que (referido a objetos)] vi cansado”; el pronombre quien/es (equivalente siempre a “artículo + que”) (nunca se construye con artículo): “Esta es la chica de quien tanto hablaba tu hermano”; cuyo/a/s, adjetivo relativo como en “La finca cuya propiedad se discute es enorme”. Subordinadas sustantivas: consideramos subordinadas sustantivas a aquellas oraciones que equivalen a un sustantivo y que, por tanto, realizan las funciones sintácticas propias de los sintagmas nominales. Pueden dividirse en dos grandes grupos: “declarativas” o “enunciativas” e “interrogativas indirectas”. Un ejemplo de las primeras podría ser “No quiero que me molestes”. De las segundas podría ser “Me preguntó dónde vivía ese escritor”. Los elementos utilizados para introducir este tipo de subordinadas son los siguientes: 1) la conjunción subordinante ‘que’ (que1): “Le disgustó que le llamaran tan temprano”; 2) el pronombre relativo ‘quien’: “Quien afirma eso miente como un bellaco”; 3) el llamado ‘si no condicional’: “Le pregunté si sabía lo de su vecina”; 4) los interrogativo-exclamativos como ‘quién’, ‘cómo’, ‘cuándo’, ‘qué’, ‘cuánto’, ‘dónde’: “Le preguntó quién era”, “No sabe cómo llegó allí”, “Ignoraba cuándo debía hablar”; y 5) el llamado estilo directo, es decir, cuando en el texto se reproduce lo expresado por un hablante, como en “El médico dijo: Su salvación sería un milagro”. Subordinadas adverbiales o circunstanciales: tradicionalmente se incluye aquí un número variable de oraciones subordinadas que suelen funcionar como CCs. Dentro de tal variedad se puede identificar un grupo al que se denomina, a menudo, como subordinadas adverbiales propias por ser posible su sustitución por adverbios. De este modo, podríamos hablar de “subordinadas adverbiales de lugar”, sustituibles por un adverbio de lugar como “allí”. Pueden ir precedidas o no de preposición y suelen utilizar como transpositor el adverbio “donde”: “Fuimos donde nos dijiste” (“allí”); “Fuimos por donde nos dijiste” (“por allí”). “De tiempo”, sustituibles por un adverbio de tiempo como “entonces”. En general, recurren al adverbio “cuando” como transpositor: “Cuando vengan celebraremos la fiesta” (“entonces”). “De modo”, sustituibles por el adverbio “así”. Los transpositores usados son, sobre todo, el adverbio “como” y “según” y “conforme”: “Trabaja como puede”; “Vive según le enseñaron”; “Actuó conforme dictan las normas” (“así”). Aparte de este grupo, fácil de identificar, se distinguen a menudo en castellano las siguientes subordinadas: “causales”, “finales”, “concesivas”, “condicionales”, “comparativas” y “consecutivas”. Subordinadas causales: como su nombre expresa, significan causa y funcionan, en general, como CC. Las conjunciones y locuciones conjuntivas que introducen este tipo de subordinadas son ‘porque’, ‘ya que’, ‘puesto que’, ‘a causa de que’, ‘dado que’, etc. Así, “Llegó tarde porque se entretuvo en la biblioteca”. Subordinadas finales: expresan la intención o el propósito de algo. Utilizan como elemento subordinante las locuciones conjuntivas ‘para que’, ‘a fin de que’, ‘al objeto de que’, etc. Por ejemplo, “Tenía que trabajar para que le dejasen leer”. Subordinadas condicionales: en el caso de este tipo de subordinadas, se entiende que estamos ante dos unidades diferenciadas, la llamada prótasis, que coincide con la oración subordinada y expresa una situación hipotética, y la apódosis, que es la denominada oración principal y expresa un hecho cierto en el caso de cumplirse lo expresado por la prótasis. Los elementos encargados de introducir este tipo de oraciones son ‘si’ (generalmente), ‘a condición de que’, ‘cuando’ y ‘como’. De este modo, “Si estudias lo necesario aprobarás esta asignatura”. Subordinadas concesivas: al igual que en el caso anterior, nos solemos referir a la oración subordinada como prótasis, y a la principal como apódosis. La primera expone un hecho real (en indicativo) o hipotético (en subjuntivo), y la segunda expresa una idea opuesta a la esperable: “Aunque está lloviendo saldré a pasear” / “Aunque estuviera lloviendo saldría a pasear”. Este tipo de subordinadas son introducidas por ‘aunque’, ‘si bien’, ‘aun cuando’, ‘aun si’, etc. Subordinadas comparativas: no es habitual que encontremos este tipo de subordinadas en los textos ya que, en general, el verbo de la subordinada no suele comparecer para evitar una repetición que se siente como innecesaria: “Hoy hemos jugado más tiempo que ayer” / “Hoy hemos jugado más tiempo del que jugamos ayer”. Su estructura se ajusta a la del ya mencionado grado comparativo. Subordinadas consecutivas: este tipo de subordinadas se sienten más que como tales como oraciones coordinadas. Son introducidas por ‘que’ y aparecen vinculadas a un cuantificador de la oración anterior, aunque, sintácticamente, dependen del elemento cuantificado (sustantivo, adjetivo, adverbio o verbo). Ejemplos: “Tiene tanto trabajo que no aparece por casa”; “Estaba tan cansado que me quedé en casa”; “Salió tan deprisa que no nos vio”; “Llovió tanto que se inundaron los locales comerciales”. [1] La gramática académica de 1931 distingue seis: masculino, femenino, neutro, epiceno, común y ambiguo, p. 12. [2] Lo mismo sucedería con “el desideratum”, “el memorandum”, “el ultimatum”, etc. [3] La acentuación de las formas pronominales en la escritura no se corresponde con la realidad de la pronunciación: véanse las obras de T. Navarro Tomás, Manual de pronunciación española, p. 90; de A. Quilis, Fonética acústica de la lengua española, p. 315. [4] Quizás un análisis más exacto sería identificar “por el que se fugaron” como AN de “el agujero”. Sin embargo las dos soluciones (AN y CC) pueden admitirse. [5] También habría que incluir aquí la forma cúyo, pero no es usada actualmente: se sustituye por "de quién". [6] Evidentemente, si, como es esperable, aparece el artículo no será necesario, en general, el concurso del adjetivo para identificar género y número. [7] Una variante de estas combinaciones sería “el mejor/ el peor” + de + ... [8] Esta información se ha tomado de Alcina Franch y Blecua, Gramática española, Barcelona, Ariel, 1991. [9]Guillermo Rojo y Alexandre Veiga, “El tiempo verbal. Los tiempos simples”, en Gramática descriptiva de , Madrid, Espasa, 1999, II, p. 2874. [10] La “raíz” es la parte del verbo sin los morfemas flexivos. Puede coincidir, o no, con el lexema. [11] Emilio Alarcos Llorach, “Estructura del verbo español”, en Estudios de gramática funcional del español, Madrid, Gredos, 1987, p.60. 
“Las ideas, como las pulgas, saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo”. Stanislaw Lem. Los Recursos literarios, estilísticos o figuras retóricas.- Los llamados “recursos literarios” son el objeto de estudio de (“arte del bien decir, de embellecer la expresión de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”, según el diccionario académico). El estudio de éstos desemboca en un arte, un sistema de reglas extraídas de la experiencia, es decir, de los textos literarios, pensadas lógicamente de modo y manera que, una vez formuladas puedan ser utilizadas repetidamente. Así por ejemplo, al encontrarnos en un verso la expresión “son tus ojos dos pozos de estrellas”, podemos decidir llamar a este recurso “imagen”, estableciendo que en ella aparece el término real –“ojos”-, y el término con el que lo asociamos –“dos pozos de estrellas”-, y que, además, ha de haber una cierta relación lógica entre ambos, como en este caso queda establecida por el número (“dos”), la forma de las dos realidades (“ojos” y “pozos”, ambos de forma redondeada; el brillo de los ojos y su capacidad para repetir imágenes, lo mismo que el agua de un pozo). De este modo se pueden elaborar una teoría de las figuras retóricas: primero la experiencia [el texto], luego la explicación [la teoría que explica la figura y que permite que ésta pueda ser usada por autores posteriores, no desde la casualidad o la intuición, sino desde el conocimiento] y, finalmente, el nombre de la figura retórica. Las figuras retóricas, también llamadas literarias o recursos estilísticos, son procedimientos utilizados dentro de lo que hemos llamado uso literario de la lengua y que consisten, esencialmente, en una desviación del uso normal de la lengua, con la finalidad no sólo de embellecer el mensaje sino también, como ya hemos visto, de hacerlo más preciso y exacto. No nos parece suficientemente real decir de unos ojos que son dos, sino que creemos que su belleza ha de encontrar las palabras adecuadas para que el lector, u oyente, sea capaz de entenderla, y para ello nos parece más adecuado hablar de “dos pozos de estrellas”: preciso y precioso. Los principales recursos literarios pueden organizarse en tres grandes apartados, de acuerdo con la parte de la lengua en la que se apoyen. Distinguiremos aquí las figuras que se fundamentan el nivel fónico de la lengua (es decir, afectan a los fonemas), las que lo hacen en el nivel sintáctico (esto es, se refieren a las relaciones que se establecen entre los sintagmas que constituyen los enunciados, o a las que mantienen los propios enunciados entre sí) y las que se basan en el nivel semántico (lo que es lo mismo que hablar de las figuras retóricas que encuentran su razón de ser en los significados de los signos lingüísticos). 1. Fónicas: Aliteración[1]: Repetición de un sonido inicial. Frecuente en la mayor parte de la poesía primitiva excepto en la griega. Base de la versificación primitiva germánica, frecuente en latín y recurso popular de la poesía moderna. “Bajo el ala aleve del leve abanico” (R. Darío). “Movióla el sitio umbroso, el manso viento, / el suave olor de aquel florido suelo” (Garcilaso). “Un no sé qué que queda balbuceando” (S. Juan de ). “Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo” (Aleixandre). Onomatopeya[2]: Consiste en imitar sonidos reales, ruido de movimientos o de acciones mediante los procedimientos fonéticos de la lengua. También puede conseguirse mediante el ritmo. “En el silencio sólo se escuchaba, / un susurro de abejas que sonaba” (Garcilaso de ). “El ruido con que rueda la ronca tempestad” (Zorrilla). “Torrente prodigioso, calma, acalla / Tu trueno aterrador, disipa un tanto / Las tinieblas que en torno te circundan / y déjame mirar tu faz serena, / Y de entusiasmo ardiente mi alma llena”. (José Mª Heredia). 2. Sintácticas: Elipsis[3]: Suprimir elementos de la frase, sin que se altere la comprensión, con lo que la dota de energía, concentración y poder sugestivo. “¡Primavera soriana, primavera / humilde, como el sueño de un bendito, / de un pobre caminante que durmiera / de cansancio en un páramo infinito!” (A. Machado). “Rostro de blanca nieve, fondo en grajo; / la tizne, presumida de ser ceja; / la piel, que está en un tris de ser pelleja; / la plata, que se trueca ya en cascajo” (Quevedo). “El deseo en los cines y en las medias de seda” (P. Gimferrer). “Un tren: silbido, ráfaga. / Desgarrado el poniente! / Lejanías humean” (J. Guillén). Asíndeton[4]: Omisión de conjunciones. “Vuela como una torpe mariposa moribunda, rozando, en leves golpes, las paredes, los muebles, la lámpara encendida” (C. J. Cela). “Cómo me ata / la cúpula celeste, / el volumen de un árbol, / el mar que al fuego tiende, / el relámpago vivo / que en el sueño detiene / su momento” (P. Gimferrer). “No hay dilación, no hay márgenes, no hay ríos” (J. Guillén). Polisíndeton[5]:La sucesión de muchas conjunciones. “Y luego Cortés envió por ellas y a todos les mandó dar de comer lo mejor que en aquella sazón había en el real, y porque era tarde y comenzaba a llover, mandó Cortés que luego se fuesen a Cuyuacán, y llevó consigo a Guatemuz y a toda su casa y familia y a muchos principales...” (Bernal Díaz del Castillo). “Pero escribo también para el asesino. Para el que con / los ojos cerrados se arrojó sobre un pecho y comió / muerte y se alimentó, y se levantó enloquecido” (Aleixandre). “Serpiente o mármol o marfil / en el silencio ovalado de la plaza” (P. Gimferrer). Anáfora[6]: Repetición de una palabra al comienzo de versos o enunciados o, en definitiva, al comienzo de cualquier estructura sintáctica. “¿Qué trabajo no paga el niño a la madre cuando ella le detiene en el regazo, desnudo, cuando él juega con ella, cuando la hiere con la manecita, cuando la mira con risa, cuando gorjea?” (Fray Luis de León). “Los caballos eran fuertes. / Los caballos eran ágiles” (J. Santos Chocano). “Oh, qué joven eres. / Qué joven, qué jovencísimo, qué recién nacido. Qué ignorante” (Aleixandre). “Tanto poema escrito en unos meses, / tanta historia sin nombre ni color ni sonido, / tanta mano olvidada como musgo en la arena, / tantos días de invierno que perdí y reconquisto” (P. Gimferrer). Anadiplosis[7]: repetición de uno o varios elementos finales de un verso o de un grupo sintagmático al comienzo del siguiente verso o grupo: “Muy doliente estaba el Cid, / De trabajos muy cansado, / Cansado de tantas guerras / Como por él han pasado” (Romancero del Cid). “Sobre el corazón un ancla / y sobre el ancla una estrella / y sobre las estrella el viento / y sobre el viento la vela” (Rafael Alberti). “Oye, no temas, y a mi ninfa dile, / dile que muero” Villegas. Enumeración[8]: Lista detallada de los puntos principales, como se suele hacer al final de una argumentación. “Tengo en el alma puesto / su gesto tan hermoso, / y aquel saber estar adonde quiera; / el recoger honesto, el alegre reposo, el no sé qué de no sé qué manera; / y con llaneza entera / el saber descansado, / el dulce trato hablando, / el acudir callando, / y aquel grave mirar disimulado”. (Juan Boscán). “Saturno alado, rüido/ con alas, átomo armado, / bruja ave, aguijón alado, / cruel sangrador zumbido, / menestril, pulga, cupido, / clarín, chinche, trompetero; / no toques, mosca barbero, / que, mosquito postillón, / le vienes a dar rejón, / sin ser marido, a mi cuero” (Quevedo). “Hemos andado caminos, estepas, trochas, llanazos” (Aleixandre). Hipérbaton[9]: Alteración del orden natural de los elementos de una frase o de un sintagma. “Cuanta el mundo beldad mirar podría, / celas con importuna e invidiosa arte” (Gutierre de Cetina). “Estas que me dictó, rimas sonoras / culta si, aunque bucólica Talía / -oh excelso Conde-, en las purpúreas horas / que es rosas la alba y rosicler el día, / ahora que de luz tu Niebla doras / escucha, al son de la zampoña mía, / si ya los muros no te ven de Huelva / peinar el viento, fatigar la selva” (Góngora). Paralelismo[10]: Especie de repetición. Puede ser de sonido, de estructura o de significado. “¿Qué te ríes, filósofo cornudo? / ¿Qué sollozas, filósofo anegado? / Sólo cumples, con ser recién casado, / como el otro cabrón, recién vïudo” (Quevedo). “Vive para ti solo, si pudieres; / pues sólo para ti, si mueres, mueres” (Quevedo) “El mar hierve y ríe / con olas azules y espumas de leche y de plata, / el mar hierve y ríe / bajo el cielo azul. / El mar lactescente, / el mar rutilante, / que ríe en sus liras de plata sus risas azules... / ¡Hierve y ríe el mar!” (A. Machado). Polipote(poliptoton)[11]: combinación de distintas palabras que comparten un mismo signo léxico. “Qué alegría, vivir / sintiéndose vivido” (Pedro Salinas). “Hermoso es, hermosamente humilde y confiante” (Vicente Aleixandre). Quiasmo[12]: Pasaje equilibrado en que la segunda parte invierte el orden de la primera, sobre todo cuando se utilizan formas de la misma palabra. “Pródigo aquí y allí no avaro” (Cervantes). “Verde brillor sobre el oscuro verde” (J.R.J.). “Que si son penas las culpas, / que no sean culpas las penas” (Sor Juana Inés de ). “Para morir el hombre de Dios no necesita, / Mas Dios para vivir necesita del hombre” (L. Cernuda). 3. Semánticas: Comparación o símil[13]: Comparación de dos cosas de diferente categoría basada en uno o varios puntos de parecido y cuando esta asociación de ideas pone de relieve o aclara el original. “Subes de ti misma, / como un surtidor / de una fuente” (J.R.J.). “Las casas bajas como animales tristes / a su sombra dormían” (Aleixandre). Metáfora[14]: Sustitución de una cosa por otra o identificación de dos cosas. Aunque a veces se define, en líneas generales, como una comparación “implícita”, “un símil sin como ni igual que”, la metáfora es lógica y quizá filológicamente, la primera de las figuras en el tiempo. Cuando aparecen los dos términos (el real y el evocado) estamos ante una metáfora in praesentia (Ullmann) o metáfora impura que corresponde exactamente a lo que, más abajo, hemos llamado imagen. Cuando no aparece el término real, sino solamente el metafórico, estamos ante la metáfora pura. “¡Oh bella Galatea, más süave / que los claveles que tronchó ; / blanca más que las plumas de aquel ave / que dulce muere y en las aguas mora!” (Góngora). “Quietas, dormidas están, / las treinta redondas blancas” (P. Salinas). “Enhiesto surtidor de sombra y sueño / que acongojas el cielo con tu lanza” (G. Diego). “Salí a la calle y no vi a nadie, / salí a la calle y no vi a nadie, / ¡oh, Señor!, desciende por fin / porque en el Infierno ya no hay nadie” (L. M. Panero). “Yo fui. / Columna ardiente, luna de primavera, / Mar dorado, ojos grandes” (L. Cernuda). “Jaula de un ave invisible, / Del agua hermana y del aire, / A cuya voz solicita / Pausada y blanda la mano” (L. Cernuda). Imagen[15]: Expresión evocadora de un objeto que se resuelve en la fórmula “A [término real] es B[término evocado]”. Es lo que arriba hemos llamado “metáfora impura”. “Quiero saber si tu alma es un jardín de rosas, / o un pozo verde, con serpientes y cadenas” (J.R.J.). “¡Oh mar, azogue sin cristal; / mar, espejo picado de la nada!” (J.R.J.). “El tiempo es una llanura / y mi memoria un caballo” (M. Altolaguirre). “La guitarra es un pozo / con viento en vez de agua” (G. Diego). Antítesis[16]: Es la oposición de ideas por medio de palabras diametralmente opuestas. Va asociada con el resurgimiento del clasicismo y del arte consciente en la literatura moderna. También puede definirse como la oposición de dos ideas, pensamientos, expresiones o palabras contrarias. “¡Madre mía, tierra; / sé tú siempre joven, / y que yo me muera!” (J.R.J.). “La tierra duerme. Yo, despierto, / soy su cabeza única” (J.R.J.). “No bajo montes de tierra, / sino que escalo cimas de aire” (M. Altolaguirre). “Sabiendo nada más que vivir es estar a solas con la muerte” (L. Cernuda). Paradoja[17]: Se unen ideas opuestas en un solo juicio. “Y fue castigo y gloria el ver tus ojos, / cuando fue dicha y fue delito el verte” (Quevedo). “Oh muerte que das vida. Oh dulce olvido” (Fray Luis de León). “Mejor vida es morir que vivir muerto” (Quevedo). “Es hielo abrasador, es fuego helado” (Quevedo). “Que te acuerdes de mí pido / siquiera para olvidarme” (Quevedo). “¡Ay oscura claridad!” (Cervantes). “Soy un vivo muriendo a cuerpo entero / corro despacio y es lenta mi prisa” (C. E. De Ory). Ironía[18]: Se da a entender lo contrario de lo que se dice; el receptor debe hallarse al tanto del doble significado. “Yo vy en corte de Roma, do es , / que todos al dinero fazen grand homildat, / grand onrra le fazian con grand slepnidat, / todos a el se omillan commo a la magestat. / Fazie muchos priores obispos E abbades, / arçobispos, doctores, patriarcas, potestades; / a muchos clerigos nesçios davales dinidades, / fazie de verdat mentiras e de mitiras verdades. / Fazia muchos clerigos e muchos ordenados, / muchos monges e mongas, Religiosos sagrados, / el dinero lo daua por byen examinados, / a los pobres desian que non eran letrados” (Arcipreste de Hita). Personificación o prosopopeya[19]: Se llama así al hecho de dotar a cualidades abstractas, términos generales, objetos inanimados o seres vivos de otra especie, con atributos humanos, especialmente sentimientos. “Pasa veloz del mundo la figura, / y la muerte los pasos apresura; / la vida nunca para, / ni el Tiempo vuelve atrás la anciana cara” (Quevedo). “¡Qué quietas están las cosas, / y qué bien se está con ellas! / Por todas partes, sus manos / con nuestras manos se encuentran” (J.R.J.). “El aire me está mirando / y llora en mi oscuro cuerpo” (M. Altolaguirre). “En esas horas miserables / en que nos hacen compañía / hasta las manchas de nuestro traje” (J. Gil de Biedma). Hipérbole[20]: Exageración con fines distintos a la credibilidad. “Los ojos, cuya lumbre bien pudiera / tornar clara la noche tenebrosa, / y escurecer al sol a mediodía” (Garcilaso). “Era mi dolor tan alto, / que la puerta de la casa / de donde salí llorando / me llegaba a la cintura” (M. Altolaguirre). Interrogación retórica: Pregunta que no exige respuesta. También podemos definirla como la figura que consiste en presentar una afirmación vehemente en forma de pregunta. “¿Quién al mayor delito se resiste? / ¿Qué cortesano habrá que no se afrente / de que le exceda en vida delincuente / el que a los ojos, que pretende, asiste?” (Quevedo). “El vano confiar y la hermosura, / ¿de qué nos sirve cuando en un instante / damos en manos de la sepultura?” (Cervantes). Metonimia[21] [hipálage]: Forma de sinécdoque en la cual se usa un nombre con la intención de referirse a otro. Responde a la fórmula pars pro parte. “Pero eran cuatro puñales / y tuvo que sucumbir” (F. García Lorca). “Plato, papel, cierta tranquilidad para escribir. / Un empleo. Unas vigas / a plazos” (F. Quiñones). Sinécdoque[22]: Esta figura responde a la fórmula lógica pars pro toto o totum pro parte. “La carne quedó fría” (M. Altolaguirre). “No oiré la luz del día, / porque tu orgullo terco, / rubio y alto, lo impide” (M. Altolaguirre). “Este armazón de huesos y pellejo, / de pasear una cabeza loca / cansado se halla al fin” (Bécquer). Sinestesia[23]: consiste en atribuir la percepción de un fenómeno a un sentido distinto del que le es propio. “Pero sólo el gamo oye la noche de la ciudad” (J. Lezama Lima). “Habrá un silencio verde / todo hecho de guitarras destrenzadas” (G. Diego). Pleonasmo[24]: empleo de palabras redundantes. “De los sus ojos tan fuertemente llorando” (Poema de Mio Cid). “Castellanos de Castilla,/ nunca habéis visto la mar” (Rafael Alberti). La métrica 1. Introducción. El llamado lenguaje literario se resuelve en dos formas de expresión: la prosa y el verso. Ambas participan del uso literario de la lengua y se distinguen, esencialmente, por su disposición en el texto. Si recurrimos a los antiguos, Dionisio de Halicarnaso, diferenciaba la prosa de la poesía por respetar ésta las normas de medida y ritmo, mientras que aquélla no lo hacía, necesariamente, o lo hacía solapadamente. Desde nuestros días, puede afirmarse que el distinguir el verso de la prosa tiene más relación con su apariencia (la prosa suele ocupar casi todo el espacio disponible, mientras que el verso no) que con cualquier otra cosa. Abundando en esta cuestión, se pueden escribir versos y no ser poeta, del mismo modo que no es, necesariamente, un novelista el que nos cuenta una historia en quinientas páginas de prosa. Desde los orígenes de la literatura occidental el verso se consagró como el campo más adecuado para el hecho literario y en la antigua Grecia en verso se escribieron poemas épicos, tragedias, composiciones líricas o especulaciones filosóficas. En la literatura más reciente, sin embargo, la prosa ha ido asumiendo ese papel dominante, acaso por estar el verso sujeto a distintas normas establecidas y ser la prosa más permisiva[25]. Estas normas a que aquí hemos aludido son estudiadas por la métrica, “el arte que trata de la medida o estructura de los versos, de sus clases y de las distintas combinaciones que con ellos pueden formarse”, según .E.[26] El estudio métrico comprende tres partes fundamentales: el verso, la estrofa y el poema, de los que nos ocuparemos a continuación. 2. El verso. El verso puede definirse como un conjunto de palabras, sujetas a medida, ritmo y rima, sometidas a reglas fijas e incluidas entre dos pausas, que ocupa, habitualmente, una línea. Si dejamos de lado los llamados versículos, o versos libres, el verso se fundamenta en tres aspectos que lo identifican: - La distribución regular de los acentos de las palabras que lo constituyen [ritmo]. - La repetición de los sonidos (total o parcialmente) a partir de la última vocal acentuada, de todos o de algunos de los versos [rima]. - Estar formado por un número de sílabas igual o proporcional al de los versos que lo acompañan [medida]. Fijémonos en el siguiente poema de Rubén Darío: La princesa está triste ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa. Si observamos estos cuatro grupos de palabras, veremos que: -Algunos acentos están situados en el mismo lugar en todos los grupos: sílabas 3 y 6. -En los versos 2 y 4, a partir de la última vocal acentuada, se repiten los mismos fonemas: /ésa/. - Todos los grupos tienen el mismo número de sílabas: 7. Podemos decir, por tanto, que este fragmento de un texto de Rubén Darío está compuesto por cuatro versos, porque reúne todas las condiciones necesarias (ritmo, rima y medida) para serlo. 2.1. El acento. El acento debe considerarse bajo dos aspectos: uno su distribución en el interior del verso; otro su ubicación en la última palabra del verso. Respecto al primero, su distribución suele ser regular, de modo que un poema puede estar constituido por versos endecasílabos cuyos acentos fundamentales recaigan en las sílabas segunda y sexta, llamado por ello endecasílabo heroico, como este verso de Garcilaso de : “A Dafne ya los brazos le crecían”. Pero esto no significa que no se acentúen más que esas sílabas sino que se considera que en ellas ha de haber acento necesariamente. Nosotros nos fijaremos en el acento de la última palabra del verso. En español, este acento afecta al cómputo silábico. Se considera que todos los versos han de acentuarse en la penúltima sílaba de modo que si el verso que estudiamos se acentúa en la última (llamado oxítono) ha de sumarse una sílaba a las ya contadas; si el acento recae en la penúltima (verso paroxítono) no hay variación en el cómputo silábico realizado; en el caso de que la última palabra del verso sea esdrújula, es decir, el acento recaiga en la antepenúltima sílaba (verso proparoxítono), ha de restarse una sílaba a las contabilizadas. Veamos algunos ejemplos: “Más-lim-pio-que-lo_es-tá_el-sól”: 7+1=8 (verso oxítono) “E-sas-puer-tas-se-de-fién-dan”: 8 (verso paroxítono) “A-do-ro-la_her-mo-sú-ra,/y_en-la-mo-der-na_es-té-ti-ca”: 15-1=14 (verso proparoxítono) 2.2. La rima. La rima puede definirse como “la total o parcial semejanza acústica, entre dos o más versos, de los fonemas situados a partir de la última vocal acentuada”. Esto quiere decir que nos fijamos en los fonemas, no en las letras, de manera que la semejanza entre “primitivo” y “estribo” es total, puesto que las letras “v” y “b” se corresponden con un único fonema /b/. Lo mismo sucedería con “ambages” y “paisajes”, dado que la letra “g” ante “e”, “i”, y la letra “j” se corresponden con el fonema /x/ . De acuerdo con la mayor o menor coincidencia entre las últimas palabras de los versos, se distinguen dos clases de rima: 1. Consonante (también llamada total o perfecta): a partir de la última vocal acentuada coinciden los fonemas consonánticos y vocálicos. Por ejemplo, la rima de los siguientes versos de Juan Ramón Jiménez es consonante: Abiertas copas de oro deslumbrádo sobre la redondez de los verdóres bajos, que os arrobáis en los colóres mágicos del poniente enarboládo. 2. Asonante (o parcial o imperfecta o vocálica): en este caso solamente coinciden los fonemas vocálicos. Así, asonante es la rima de estos versos de Jorge Guillén: Ajustada a la sola desnudez de tu cuérpo, entre el aire y la luz eres puro eleménto. La rima nos proporciona un nuevo criterio de clasificación de los versos, fijándonos en si se respeta ésta o no. Podemos distinguir cuatro clases de versos: -Rimados: son aquéllos que sí se adecuan a la rima. Por ejemplo, los siguientes de Jaime Gil de Biedma, de rima asonante: Es la lluvia sobre el mar. En la abierta ventana, contemplándola, descansas la frente en el cristal. -Blancos: son los versos que constituyen un poema donde se respeta la medida, pero no la rima. Esto es, podemos encontrar un poema formado por versos de once sílabas, pero sin que exista entre ellos ninguna clase de rima. Sirvan de muestra estos endecasílabos de Rubén Darío: En el concurso báquico, el primero, regando rosas y tejiendo danzas, garrido infante, de Eros por hermoso émulo y par, risueño aparecía. -Sueltos: serían iguales a los anteriores, pero éstos forman parte de un texto donde los otros versos sí riman entre sí. Así, en el siguiente fragmento de Sor Juana Inés de , serían sueltos los versos primero y tercero, puesto que el segundo y el cuarto riman en asonante: Con que a mí no es bien mirado que como a mujer me miren, pues no soy mujer que a alguno de mujer pueda servirle. -Libres: en estos versos se prescinde, al menos aparentemente, de las convenciones de la medida y de la rima. Por ejemplo éstos de Antonio Colinas: Ya ha llegado la noche, pero aún vemos, encima de la masa de arbolado, agitarse el lomo vinoso de las aguas, el inestable mar. A pesar de lo escrito arriba, podemos encontrar, de manera excepcional, alguna rima en un poema escrito en versos libres o en versos blancos. Para hablar de rima o de medida ha de ser respetada una estructura, es decir, ha de sistematizarse la repitición, ésta no puede ser casual o excepcional. 2.3. La medida. El número de sílabas de un verso es uno de los fundamentos de la versificación regular, la cual se asienta, precisamente, en la agrupación de versos de un número determinado de sílabas. A la hora de medir un verso hemos de tener en cuenta tres aspectos: -El número de sílabas fonológicas. -El tipo de verso según el acento final (oxítono, paroxítono o proparoxítono). -Los fenómenos métricos, o licencias, que se permiten al poeta e introducen correcciones en el cómputo. Nos fijaremos en estas últimas, puesto que las sílabas fonológicas son constantes y lo mismo puede decirse del acento final del verso. Los fenómenos métricos más habituales son la sinalefa, la diéresis y la sinéresis. La sinalefa consiste en contabilizar como una sola sílaba métrica la sílaba fonológica final de una palabra que finaliza en vocal y la siguiente que comienza por vocal[27]. De este modo, el siguiente verso de Fray Luis de León tiene trece sílabas fonológicas, pero once métricas al producirse dos sinalefas: “Ten-di-do-yo_a-la-som-bra_es-té-can-tan-do”. La sinéresis consiste en considerar como una sílaba métrica dos sílabas fonológicas, de una misma palabra, cuyas vocales en contacto no constituyen diptongo, es decir, son a, e, o. Así, en el siguiente texto de Dámaso Alonso encontramos este fenómeno en el último verso: La veleta, la cigarra. Pero el molino, la hormiga. Muele pan, molino, muele. Trenza, veleta, poesía. Todos los versos son de ocho sílabas y para ello es necesario considerar, en el cuarto, “poe-sí-a”, esto es, la combinación “oe” como un diptongo. Estos dos fenómenos pueden ser utilizados por el comentarista para ajustar los versos a las medidas que parecen esperables, del mismo modo que hemos de suponer hizo el poeta. Lo que es lo mismo, ambos fenómenos no vienen marcados por ningún rasgo que nos indique la necesidad de considerarlos, es una decisión que hemos de tomar cuando al medir un verso comprobemos que se aparta del número de sílabas esperable, y así habrá casos en los que deberemos entender que se dan sinalefas o sinéresis y otros en que no[28]. La diéresis consiste en contabilizar como dos sílabas métricas un diptongo, que constituye una sola sílaba fonológica. En estos casos el poeta se encarga de manifestar su deseo de que así sea considerado el verso escribiendo dos puntos[29] sobre una de las vocales, generalmente la débil. En el siguiente verso de Fray Luis de León podemos observar este fenómeno: “Con-sed-in-sa-cï-a-ble” Seis sílabas fonológicas dan lugar, mediante la diéresis, a un heptasílabo. Los versos pueden ser clasificados de acuerdo con el número de sílabas que los forman en dos grandes grupos: simples y compuestos. Los primeros serían aquellos que tienen un máximo de once sílabas; los segundos los que tienen doce o más. Dentro de los simples distinguiremos versos de arte menor (hasta ocho sílabas) de los de arte mayor (entre nueve y once sílabas). Estas divisiones no son arbitrarias o caprichosas sino que responden a la realidad fonética del español: cuando hablamos o leeemos, el número de sílabas que emitimos entre dos pausas (llamado grupo fónico) oscila entre ocho y once sílabas, de modo que el grupo fónico medio mínimo es de ocho sílabas y señala el límite del arte menor; el grupo fónico medio máximo es de once sílabas y señala el límite de los versos simples; a partir de doce sílabas nos encontraremos ya ante un verso compuesto, que es lo mismo que decir que estos versos están formados por dos versos simples. Los versos simples de arte menor pueden ser: -Bisílabos: es éste el verso más corto dado que no puede existir el monosílabo, ya que al ser, necesariamente, el verso oxítono debemos sumarle una sílaba más. Sirva como ejemplo el siguiente poema de César Vallejo: Ves lo que es pues yo ya no. La cruz da luz sin fin. -Trisílabos: se trata de versos de tres sílabas, como éstos de Rubén Darío: Yo en una doncella mi estrella miré. -Tetrasílabo: consta de cuatro sílabas. Veamos este ejemplo de Manuel Machado: De violines fugitivos ecos llegan... -Pentasílabo: formados por cinco sílabas, como éstos de Nicolás Guillén: Mire la gente, llamando pasa; gente en la calle, gente en la plaza; ya nadie queda que esté en su casa. -Hexasílabo: de seis sílabas, como los escritos por el Marqués de Santillana: Moça tan fermosa non vi en la frontera, como una vaquera de -Heptasílabo: estos versos están formados por siete sílabas. Sirvan como ejemplo los siguientes versos de Gutierre de Cetina: De tus rubios cabellos, Dórida ingrata mía, hizo el amor la cuerda para el arco homicida. -Octosílabo: consta de ocho sílabas. Así los utiliza este cantar popular: Cuéntale al mundo tus dichas, y no le cuentes tus penas, que mejor es que te envidien que no que te compadezcan. Los versos simples de arte mayor son los siguientes: -Eneasílabo: verso de nueve sílabas, como los famosos de Rubén Darío: Juventud, divino tesoro, que te vas para no volver! Cuando quiero llorar no lloro... Y, a veces, lloro sin querer. -Decasílabo: está formado por diez sílabas. Veamos el siguiente ejemplo de Sor Juana Inés de : Dátiles de alabastro tus dedos, fértiles de tus dos palmas brotan, frígidos si los ojos los miran, cálidos si las almas los tocan. -Endecasílabo: consta de once sílabas, como éstos compuestos por Quevedo: Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos. Los que hemos llamado versos compuestos deben considerarse como dos versos, llamados hemistiquios, en uno solo, separados por una pausa, llamada cesura. Al disponernos a medir estos versos hemos de tener en cuenta algunas condiciones: 1. La cesura impide la posible sinalefa entre la vocal final del primer hemistiquio y la incial del siguiente. 2. En el primer hemistiquio se realiza el cómputo silábico teniendo en cuenta el acento de la última palabra que lo forma, como si de un verso simple se tratara. Los versos compuestos son los siguientes: -Dodecasílabo: de doce sílabas, siendo los hemistiquios de seis sílabas, o estando formados por hemistiquios de siete y cinco sílabas. Al primer caso corresponden éstos de Rubén Darío: -¡Oh, Reyes! -les dice- Yo soy una niña que oyó a los vecinos pastores cantar. Y desde la próxima florida campiña miró vuestro regio cortejo pasar. Al segundo caso (7+5) se corresponden estos versos de Manuel Machado: Ven,reina de los besos, flor de la orgía, amante sin amores, sonrisa loca... Ven, que yo sé la pena de tu alegría y el rezo de amargura que hay en tu boca. -Alejandrino: consta de catorce sílabas. Veamos un ejemplo de Gonzalo de Berceo: Desenparó su casa e quanto que avia, non disso a ninguno lo que facer querria, fue pora la eglesia del logar do seya, plorando de los oios quanto más se podia. Aunque no son habituales, podemos encontrar versos de más de catorce sílabas: pentadecasílabo (quince sílabas), hexadecasílabo (dieciséis sílabas), heptadecasílabo (diecisiete sílabas), octodecasílabo (dieciocho sílabas), y eneadecasílabo (diecinueve sílabas). 3. La estrofa. 3.1. La estrofa: características. La estrofa es el resultado de la combinación de dos o más versos (generalmente, hasta diez) que constituyen una estructura fundamentada en las siguientes características[30]: -Los versos han de tener medidas iguales o proporcionales, es decir, pueden ser endecasílabos o combinar endecasílabos y heptasílabos, por ejemplo. -Ha de existir rima entre algunos o todos los versos, de acuerdo a un esquema establecido. -Normalmente una estrofa suele corresponderse con una unidad sintáctica. -En una estrofa es necesario que el número y el tipo de cada verso, así como el número y la distribución de las rimas estén en cierta relación, sea fijo y se repita en cada estrofa. La representación de una estrofa se realiza mediante algunas convenciones: -Utilizamos un número que indica las sílabas métricas de que consta cada verso -Una letra, empezando por la “a”, sirve para identificar las rimas, de modo que la primera rima se notará con la “a” en todos los versos en los que aparezca; la segunda con la “b”; y así sucesivamente. Si el verso es de arte menor la letra será minúscula; si es de arte mayor o compuesto, la letra usada será la mayúscula. -Mediante un guión indicaremos los versos sueltos. Veamos ahora algunos ejemplos. Garcilaso de escribe los siguientes versos: Si de mi baja lira tanto pudiese el son que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento. Esta estrofa la anotaríamos del siguiente modo: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B. Por su parte, en Francisco de Aldana podemos leer: Todo es tranquilidad de fértil mayo, purísima del sol templada lumbre, de hielo o de calor sin triste ensayo. El esquema que le correspondería a esta estrofa sería 11A, 11-, 11A. 3.2. Clases de estrofas. Salvo en aquellos casos en que así se haga notar, la rima utilizada en las estrofas se considerará siempre consonante. 3.2.1. Estrofas de dos versos: -Pareado: es la estrofa más sencilla. Consta de dos versos que riman entre sí. Los versos pueden ser de la misma o diferente medida. Veamos un ejemplo de cada caso, el primero de Federico Balart y el segundo de Antonio Machado: Ya lo ves las canciones que te consagro, en mi pecho han nacido por un milagro. Todo necio confunde valor y precio. 3.2.2. Estrofas de tres versos: -Terceto: está constituido por tres versos de arte mayor que riman normalmente ABA, como en estos versos de Francisco de Quevedo: Hacia la tierra inclina tu entereza, porque lo erguido se promete vano, y que está sin meollo la cabeza. Sin embargo, los tercetos suelen constituir series de dos o más, pudiéndose dar todo tipo de combinaciones, siempre y cuando ningún verso quede suelto. Así, podemos hallar combinaciones como ABA-BCB...; o ABC-ABC...; o AAA-BBB... -Tercerilla: se correspondería con el terceto, pero utilizando versos de arte menor, como en este ejemplo de Villaespesa: Granada, Granada de tu poderío ya no queda nada. -Soledad: su estructura es como la de la tercerilla, pero su rima es asonante, como podemos comprobar en esta estrofa de Antonio Machado: El ojo que ve no es ojo porque tú lo veas; es ojo porque te ve. 3.2.3. Estrofas de cuatro versos: -Cuarteto: formado por cuatro versos de arte mayor que se combinan ABBA. Así escribe Jorge Guillén: Alguna vez me angustia una certeza, y ante mí se estremece mi futuro. Acechándole está de pronto un muro del arrabal final en que tropieza. -Serventesio:como el anterior, consta de cuatro versos de arte mayor, pero su esquema es ABAB. Sirvan de ejemplo los versos de Diego Hurtado de Mendoza: Como el triste que a muerte es condenado gran tiempo ha, y lo sabe y se consuela, que el uso de vivir siempre en cuidado hace que no se sienta ni se duela. -Redondilla: es la estrofa correspondiente al cuarteto, pero formada con versos de arte menor, de modo que responde al esquema abba. Así escribe Antonio Machado: La tarde más se oscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece. -Cuarteta: se corresponde con el serventesio, pero con versos de arte menor, resultando abab. El mismo Antonio Machado escribió: Luz del alma, luz divina, faro, antorcha, estrella, sol... Un hombre a tientas camina; lleva a la espalda un farol. -Cuaderna vía o tetrástrofo monorrimo alejandrino: se trata de una estrofa de cuatro versos compuestos con una sola rima, cuyo esquema es AAAA. En Gonzalo de Berceo es donde más encontraremos este tipo de estrofa, como es este caso: Vistie a los desnudos, apacie los famnientos, acogie los romeos que vinien fridolientos, daba a los errados buenos castigamientos que se penitenciasen de todos fallimientos. -Seguidilla: aunque hay distintas combinaciones, la más simple responde al siguiente esquema: 7-, 5a, 7-, 5a. La rima es asonante. Veamos un ejemplo de Federico García Lorca: Está muerto en el agua, niña de nieve, cubierto de nostalgias y de claveles. 3.2.4. Estrofas de cinco versos: -Quinteto: consta de cinco versos de arte mayor. La combinación de la rima es a gusto del poeta, con la condición de que no haya tres versos seguidos con la misma rima y de que los dos últimos no formen pareado. Las combinaciones posibles serían: ABABA, ABAAB, ABBAB, AABAB, AABBA. A la cuarta de estas combinaciones se corresponden estos versos de Ricardo Gil: Desierto está el jardín... De su tardanza no adivino el motivo... El tiempo avanza... Duda tenaz, no turbes mi reposo. Comienza a vacilar mi confianza... El miedo me hace ser supersticioso. -Quintilla: responde a las mismas características de la estrofa anterior, pero sus versos son de arte menor. Sirvan como ejemplo estos versos de Lope de Vega: Los vallados y los hoyos, en la viñas igualados, de nieve estaban cuajados, pareciendo los arroyos lazos de plata en los prados. -Lira: consta de dos endecasílabos (el segundo y quinto versos) y tres heptasílabos. Su esquema es aBabB. Así podemos leer en Fray Luis de León: Despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno arbitrio está atenido. 3.2.5. Estrofas de seis versos: -Sextina: consta de seis versos de arte mayor cuya rima queda a gusto del poeta[31]. Veamos un ejemplo de Fernando de Herrera: Al bello resplandor de vuestros ojos mi pecho abrasó Amor en dulce llama y desató el rigor de fría nieve, que entorpecía el fuego de mi alma, y en los estrechos lazos de oro y hebras sentí preso y sujeto al yugo el cuello. -Sextilla: responde a las mismas características que la anterior, con la única diferencia de utilizar versos de arte menor. Así la utilizó el Arcipreste de Hita: Sus fijos e su conpaña Dios, padre espiritual, de çeguedat atamaña guarde e de coyta atal; sus ganados e cabaña Sant’Antón guarde de mal. -Copla de pie quebrado[32]: consta de cuatro versos octosílabos y dos tetrasílabos o pentasílabos (el tercero y el sexto), y obedece al siguiente esquema: abcabc. Las más conocidas son las compuestas por Jorge Manrique con motivo de la muerte de su padre: ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados, sus vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? 3.2.6. Estrofas de ocho versos: -Copla de arte mayor: consta de ocho versos de arte mayor (generalmente dodecasílabos) con la siguiente combinación de rima: ABBAACCA. Veamos un ejemplo de juan de Mena: Assí lamentaua la pía matrona al fijo querido que muerto tú viste, faziéndole encima semblante de triste, segund al que pare faze la leona; pues donde podría pensar la persona los daños que causa la triste demanda de la discordia el reyno que anda, donde non gana ninguno corona. -Octava real: los versos que la constituyen son de arte mayor y su rima responde al siguiente esquema: ABABABCC. Así podemos leer en Luis de Góngora: Donde espumoso el mar sicilïano el pie argenta de plata al Lilibeo (bóveda o de las fraguas de Vulcano, o tumba de los huesos de Tifeo), pálidas señas cenizoso un llano -cuando no del sacrílego deseo- del duro oficio da. Allí una alta roca mordaza es a una gruta, de su boca. 3.2.7. Estrofas de diez versos: -Décima: también llamada décima espinela, está formada por versos octosílabos cuya rima responde al siguiente esquema: abbaaccddc. Un ejemplo lo encontramos en Calderón de : Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende; sueña el que agravia y ofende; y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son aunque ninguno lo entiende. 4. El poema. Es una composición en verso que contiene un mensaje completo. Los poemas pueden estar estructurados en estrofas o no, de modo que podríamos clasificarlos en poemas estróficos (los que están constituidos por estrofas) y poemas no estróficos (aquellos que no están estructurados en estrofas. 4.1. Poemas estróficos. Nos fijaremos en tres tipos: el zéjel, el villancico y el soneto. - El zéjel: procede de la poesía arábigo-andaluza y aparece en castellano en el siglo XIV. Está formado por versos octosílabos y tiene la siguiente estructura: estribillo (uno o dos versos), mudanza (tres versos monorrimos), vuelta (un verso que rima con el estribillo), resultando el siguiente esquema: aa bbba. Veamos un ejemplo de Gil Vicente: Dicen que me case yo: no quiero marido,no. Más quiero vivir segura n’esta sierra a mi soltura, que no estar en ventura si casare bien o no. Dicen que me case yo: no quiero marido, no. Madre, no seré casada por no ver vida cansada, o quizá mal empleada la gracia que Dios me dió. -El villancico: Era la canción popular más típica en y ha seguido cultivándose hasta la actualidad. Está escrito en versos hexasílabos u octosílabos. La estructura más frecuente es la siguiente, aunque puede presentar otras, se divide en dos partes: el estribillo (formado por dos, tres o cuatro versos), que se repite a lo largo de todo el poema; y el pie (estrofa de seis o siete versos de los que los últimos riman con el estribillo). Veamos un ejemplo de Miguel de Cervantes: En los estados de amor, nadie llega a ser perfecto, sino el honesto y secreto. Para llegar al süave gusto de amor, si se acierta, es el secreto la puerta, y la honestidad la llave; y esta entrada no la sabe quien presume de discreto, sino el honesto y secreto. -El soneto: de origen italiano, después de un intento fallido del Marqués de Santillana, se introduce en España en el Renacimiento. Es el poema estrófico que más fortuna ha tenido a lo largo de la historia de la literatura. Está formado por dos cuartetos y dos tercetos, generalmente endecasílabos, y de rima consonante. El esquema clásico es el siguiente: ABBA ABBA CDC DCD (la estructura de los tercetos admite otras variantes, como CDE CDE, o CDE DCE, etc.). A lo largo del tiempo se han ido introduciendo innovaciones, como cambiar los cuartetos por serventesios (ABAB ABAB), o variar la rima del segundo cuarteto respecto al primero (ABBA CDDC). Fijémonos en el siguiente ejemplo de Luis de Góngora, que responde a la estructura clásica: Mientras por competir con tu cabello, oro bruñido, el Sol relumbra en vano, mientras con menosprecio en medio el llano mira tu blanca frente el lilio bello; mientras a cada labio, por cogello, siguen más ojos que al clavel temprano, y mientras triunfa con desdén lozano del luciente cristal tu gentil cuello; goza cuello, cabello, labio y frente, antes que lo que fue en tu edad dorada oro, lilio, clavel, cristal luciente, no solo en plata o vïola troncada se vuelva, más tú y ello juntamente en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. 4.2. Poemas no estróficos. Dos serán los poemas no estróficos que aquí consideraremos: el romance y la silva. -El romance: está formado por una serie más o menos extensa de versos octosílabos, de los cuales riman los pares en asonante, quedando sueltos los impares. Veamos un fragmento de un romance épico: En Santa Gadea de Burgos do juran los hijosdalgo, allí toma juramento el Cid al rey castellano sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo. Las variantes del romance se justifican por el abandono del octosílabo en favor de otros metros. Así, cuando los versos son heptasílabos, el romance se conoce como endecha; si son de menos de siete sílabas, se le denomina romancillo; y si se construye con endecasílabos recibe el nombre de romance heroico. -La silva: es una serie poética ilimitada en la que se combinan, a voluntad del poeta, versos heptasílabos y endecasílabos, con rima consonante, aunque muchas veces se introducen también versos sueltos. Un ejemplo lo encontramos en Luis de Góngora: Era del año la estación florida en que el mentido robador de Europa -media Luna las armas de su frente, y el Sol todos los rayos de su pelo-, luciente honor del cielo, en campos de zafiro pasce estrellas; cuando el que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida, -naúfrago y desdeñado, sobre ausente-, lagrimosas, de amor, dulces querellas da al mar; que condolido, fue a las ondas, fue al viento el mísero gemido, segundo de Arïón dulce instrumento. [1] Del latín ad, a, y littera, letra. [2] Del griego onomatopoiía, compuesto de ónoma, “nombre”, y poiein, “hacer”. [3] Del griego élleipsis, “falta”, derivado de elleipein, “dejar”, “pasar de largo”. [4] Del griego a, “privado”, y syndein, “juntar”, “reunir”. [5] Del griego polysyndeton, compuesto de polys, “muchos”, y syndein. [6] Del griego anaphora, “repetición”. [7] Del griego aná, “de nuevo”, y diplosis, “acción de doblar” [8] Del latín enumeratio, “contar”. [9] Del griego hypérbaton, “transpuesto”. [10] Del griego parallélismos. [11] Del griego polyptoton, “de muchos casos”. [12] Del griego chiasmós, “acción de poner en figura de aspa”. [13] Del latín comparatio; del latín similis. [14] Del griego metaphora, “traslación”, compuesto de metá, “después”, y pherein, “llevar”. [15] Del latín imago, imaginis. [16] Del griego anti, “contra”, y thesis, “posición”. [17] Del griego para, “a un lado”, y doxa, “opinión”. [18] Del griego eínoreía. [19] Del griego prosopopoiia, compuesto de prósopon, “rostro”, y poieín, “hacer”. [20] Del griego hyperbolé, de hypér, “más allá”, y ballein, “arrojar”. [21] Del griego metonymía, formado por metá, que indica cambio, y ónyma, por ónoma, “nombre”. [22] Del griego synekdoché, “recibir juntamente”. [23] Del griego syn, “junto”, y aísthesis, “sensación”. [24] Del griego pleonasmós, “superabundancia”. [25]Si leemos a los poetas de la segunda mitad del siglo XX encontraremos una poesía que, a pesar de aparecer formalmente versificada, nos recuerda mucho el ritmo y la realidad de la prosa. [26]Por su parte, Antonio Quilis la define así: “La métrica, como estudio de la versificación, es la parte de la ciencia literaria que se ocupa de la especial conformación rítmica de un contexto lingüístico estructurado en forma de poema”. [27]No está demás recordar que la letra “h” al no corresponderse con ningún fonema no impide la sinalefa. Así, en el siguiente verso de Sor Juana Inés de , “Te deberé la hermosura”, contamos nueve sílabas fonológicas pero ocho sílabas métricas ya que se produce una sinalefa entre “la” y “hermosura”: “Te-de-be-ré-la_her-mo-su-ra”. [28] El fenómeno más habitual es la sinalefa. Más extraño es necesitar recurrir a la sinéresis. [29] Este signo ortográfico también se llama diéresis. [30]En la poesía contemporánea a menudo se prescinde de las reglas que impone la métrica de modo que la estrofa se asocia más con lo que representa el párrafo en la prosa (una cierta unidad de contenido) que con una estructura sujeta a unas normas, que es el caso que aquí consideramos. [31]También recibe el nombre de sextina un tipo de poema compuesto por seis estrofas de seis versos endecasílabos y una de tres versos. [32]Habitualmente esta estrofa es considerada una variante de la sextilla. 
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